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#FanficThursday: Step Up (Capítulo 22)

The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)

Capítulo 22 – Amargas despedidas

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El ambiente de la comisaría es tan deprimente que tengo ganas de dar la vuelta y salir corriendo por la puerta en cuanto pongo un pie allí. Camille camina cabizbaja entre Tyler y yo, arropada por él en su flanco derecho y aferrando mi mano por el izquierdo. Los fluorescentes dan a las paredes grises un ambiente fantasmal, como una pesadilla.

Pero, ¿es que acaso no estamos viviendo una?

Los cuatro nos dirigimos enseguida a la ventanilla más cercana –la cuarta persona es Nora, si no lo habéis adivinado. A la madre adoptiva de Cam le han dado la noticia, pero no han querido que venga aún hasta que las cosas no se resuelvan. De momento, según palabras exactas de Tyler, «somos suficientes para arreglar este marrón y arropar a Camille»–.

Una oficial bastante simpática nos atiende enseguida y en cuanto escucha el motivo de nuestra visita, sus ojos se abren de par en par y compone un gesto de compasión a la vez que nos indica el pasillo al que tenemos que ir.

Camille, por su parte, no dice ni media palabra y tiene la mirada perdida en las baldosas del suelo casi todo el tiempo, incluso cuando nos sentamos en esas incómodas sillas que pueblan las salas de espera de cualquier administración del país. En ese momento, Tyler informa de que va a intentar buscar algo de refresco y queda conforme con los asentimientos que le dirigimos Nora y yo. Camille, al soltarse del abrazo de su hermano, se limita a aceptar el mío y a enterrar la cabeza en mi hombro sin decir esta boca es mía. Tyler suspira y se dirige hacia la máquina de bebidas con los hombros caídos, mientras Nora se acerca para sentarse junto a Cam y cogerle la mano.

Ninguno decimos nada, aunque nos gustaría. Yo, en particular, me siento tan frustrado que quiero gritar y emprenderla a golpes con cualquier objeto a mi alcance, pero sé que eso no ayudaría a Cam.

En el instante en que Tyler vuelve con varias botellas de refresco en las manos y nos las reparte –Cam reniega de la suya, pero espero poder convencerla de que al menos dé un trago a la mía–, un policía se nos acerca preguntando por mi novia. Los cuatro levantamos la cabeza y Tyler se incorpora en toda su estatura, con lo que casi le saca una cabeza al agente. Sin embargo, su tono es amable y solícito cuando pregunta:

–¿Qué ocurre, agente?

–Es la hora. Necesitamos que alguien nos confirme… –echa un rápido vistazo a Cam que me pone los pelos de punta, y noto cómo ella, tras haber salido de su apatía, lo mira fijamente en tensión–… si realmente es él.

Confirmando mis peores temores, Tyler se gira hacia Camille y se agacha a su lado, casi hasta que sus cabezas quedan a la misma altura.

–¿Estás lista? –pregunta con suavidad–. Si no, puedo entrar yo…

Pero, para sorpresa de todos, ella niega con fuerza, interrumpiéndolo, y se incorpora.

–Vamos –murmura en voz baja, la primera palabra que le he escuchado decir en las últimas dos horas.

Y así, siguiendo al policía, ambos hermanos nos dejan solos a Nora y a mí. Y ninguno sabe qué hacer o decir. Al menos, hasta que Nora ve que no aparto la mirada de la puerta por la que la comitiva ha desaparecido y me toca un brazo para hacerme volver a la realidad.

–Todo irá bien, Moose –intenta tranquilizarme con una sonrisa que no llega a sus ojos claros–. Todos estaremos a su lado.

Yo trago saliva.

–No sé si yo debería estar aquí –admito, algo avergonzado. Estar junto a Tyler y Nora, «los grandes Gage», me intimida un poco; aunque sean mis «cuñados»–. Camille…

–Moose –me interrumpe ella sin violencia–. Tú ya eres de la familia –mira un momento hacia la dirección que oteaba yo hace unos segundos–. La quieres, ¿verdad?

Trago saliva y aun así no puedo evitar la ronquera al contestar:

–Muchísimo. Desde siempre.

Nora entonces vuelve a sonreír con cariño y me aprieta una mano con fuerza.

–Cam es muy fuerte, ya lo sabes. Lo superará –acto seguido, me guiña un ojo y agrega, para mi sorpresa–. Además, Tyler se queda muchísimo más tranquilo si sabe que estás tú ahí para cuidar de ella todos los días.

Mi cara ha debido alcanzar la temperatura de un horno nuclear en un segundo, pero ella no hace mención a mi vergüenza y, sin embargo, señala a un punto al otro lado del pasillo.

–Vamos, ya están saliendo.

(Al día siguiente, por la mañana)

El ambiente de este lugar es deprimente, aunque no es para menos. Al fin y al cabo, los cementerios son lugares de tristeza. Y lo que más lamento es que yo ahora tenga que compartirla con la criatura desvalida que rodeo con mi brazo derecho, rezando aunque solo sea por un segundo porque esto solo sea una horrible pesadilla. Porque vuelva su sonrisa. Por recuperar a mi novia entera y no sentir que apenas sostengo un pedazo de su alma, puesto que los demás se han diluido entre el shock y las lágrimas.

Cuando anoche volvimos a casa de Tyler, donde este y Nora alegaron que estaríamos más tranquilos que en la residencia o en la Caja Fuerte, sé de buena fe que Camille hizo lo posible porque yo no la escuchase llorar. Para su desgracia y la mía, no lo consiguió, y apenas hemos dormido. Ni siquiera nuestro mutuo calor ha podido disipar esa nube de tormenta que ahora nos sigue a todas partes.

El sermón está terminando y la poca gente que ha venido a arroparnos –amigos de la Universidad de Cam, los chicos de Luke, Andie, Chase y la gente de Las Calles; mis padres– se acerca a dar las condolencias a Camille, flanqueada por Nora, Tyler, su madre adoptiva y yo. Cuando me ve, mi madre viene a abrazarme y yo me dejo, aunque sin perder de vista a mi chica. Con el pelo recogido y el ligero maquillaje, vestida de negro y erguida todo lo que le permite su estado anímico, parece más mayor, más madura. Está dolorosamente preciosa. Andie, Chase y mis amigos también me saludan discretamente, aunque todos se vuelcan en Camille como es natural.

Tras intercambiar algunas palabras entre ellos, sin embargo, los asistentes se van dispersando hasta que, al final, solo quedamos ella y yo frente a la tumba. Su familia ha intentado que vaya con ellos, pero Cam les ha pedido que le den unos minutos. Yo estoy a punto de irme también cuando escucho su voz.

-No, tú quédate –susurra en un tono que apenas reconozco. ¿Dónde está su hermosa voz de mezzosoprano? ¿Qué ha hecho la tristeza con ella? –. Por favor.

–Claro –no puedo negarme y avanzo hasta rodear su cuerpo con los brazos.

Casi me da la impresión de que ha adelgazado muchísimo en estos dos o tres días, pero puede ser a causa del estrés y la pena. Bastará con asegurarme de que no va más allá. Ambos nos quedamos callados, mirando la tierra fresca, hasta que ella abre la boca por fin.

–Dicen que… iba borracho cuando un taxi lo atropelló en la Sexta Avenida –suspira y se enjuga una lágrima, pero es cierto que no ha llorado ni de lejos todo lo que me esperaba–. Supongo que no debería sorprenderme.

–No digas eso, Cam –la reprendo sin poder evitarlo.

Nadie debería decir esas cosas sobre un padre y menos difunto, a pesar de lo que hubiese hecho. Pero ella no está de acuerdo.

–Nunca fue una buena persona, Moose –me cuenta en voz baja–. Lo metieron en la cárcel por algo muy gordo. Jamás fue un buen ejemplo. Y… sin embargo…

Parece querer añadir algo, pero termina por echarse a llorar. Toda la tensión acumulada al final ha roto sus diques de contención y yo no puedo hacer otra cosa que no sea abrazarla con todo mi amor.

–En el fondo… –solloza– pensé que podía cambiar. Aquel día, en el parque… Creí que…

Sostengo su cabeza contra mi hombro y acaricio su pelo, tratando de tranquilizarla sin conseguirlo del todo.

–Era tu padre, Cam, te gustara o no –le levanto la barbilla con el dedo para que me mire–. A veces nos gustaría que nuestros padres fuesen nuestros héroes y aquellos que alabaran todos nuestros éxitos, el modelo a seguir… Pero muchas veces no es así. Nos decepcionan tanto como nosotros a ellos.

Cam hace una mueca y gira la cabeza de nuevo hacia la lápida.

–Bueno, en eso yo diría que él se llevó la palma. Después de todo lo que hizo…

–Ya no puede hacerte daño –susurro junto a su pelo–. Pero estás en tu derecho de recordarle como el padre que sabes que podía haber llegado a ser –le acaricio la mejilla–. Quizá sea lo mejor.

Camille, tras dudar un momento, asiente.

–No sé si es la mejor –admite– pero quizá y a pesar de todo, sea la opción menos dolorosa para seguir adelante –después, toma una flor de las ofrendas que han dejado junto a la tumba y la coloca justo encima de la tierra removida, en el centro de la tumba–. Adiós, papá. A pesar de todo.

(Canción de cabecera: «Miles», de Alyson Stoner)

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