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#FanficThursday: Step Up (Capítulo 6)

The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)

Capítulo 6 – Desbandada (Baltimore)

Cuando entramos en clase y observo los amplios ventanales y las altas columnas con la respiración contenida, sigo sin creerme que esté aquí. Junto con otros tantos alumnos, entre los que también se encuentran Andie y su aparente novio, Moose y yo nos adentramos hasta el centro del enorme salón. A continuación, tras el grupo entra un hombre alto y envarado como una estaca. Su perfil me recuerda al de un águila, pero aprieto los labios y me contengo de decir nada en voz alta. Sin embargo, no me pasa por alto el hecho de que Moose se tensa y traga saliva en cuanto lo ve aparecer.

–Buenos días y bienvenidos un año más a esta Escuela, alumnos de la MSA –su estilo al hablar es elegante y educado, pero con un tono pedante que me da a entender que a lo mejor no nos llevamos bien en un futuro próximo–. Como algunos ya sabéis, soy el director Collins. El año pasado algunos de vosotros despedisteis el curso con calificaciones excelentes en mis asignaturas; y, como es lógico, espero que eso se repita.

¿Es cosa mía o su mirada se ha dejado caer más de la cuenta sobre Moose y Andie mientras hablaba? Tengo que enterarme de qué se han traído entre manos esos dos el año pasado, aunque al pensar en ello siento una involuntaria punzada de celos en el estómago, algo que procuro descartar de inmediato. ¿Celosa? ¿De Moose? Bueno, para eso tendría que sentir algo más por él… ¿verdad?

En ese instante, a una seña del director, aparco mi torbellino de cerebro a un lado mientras todos nos sentamos y dejamos los macutos en el suelo a nuestro lado como si fuésemos uno. Lo que me hace sospechar por un terrible momento qué tipo de disciplina se estila en la Escuela de Artes de Maryland.

–Aunque estamos en clase de Técnica, empezaremos con improvisación –anuncia entonces Collins con su voz de claro estilo británico–. Quiero que los veteranos mostréis a los nuevos –ahora sí que me ha mirado fijamente y casi no puedo sostenerle la mirada, esos iris azul claro que me provocan un escalofrío inmediato. Sin embargo, se me olvida en cuanto noto cómo Moose se revuelve claramente en su sitio– lo que somos capaces de hacer–. Echa un vistazo a su lista y pronuncia–: Chase Collins.

¿Collins? Me quedo boquiabierta cuando veo que el chico al que antes besaba Andie con tanto entusiasmo se adelanta. ¿El mismo apellido que el director? No puede ser casualidad. En efecto, en cuanto la música suena y se mueve, está claro que lleva el baile en los genes. Con un estilo clásico y moderno a la vez, realiza movimientos más secos de hip-hop combinados con otros más fluidos, propios del contemporáneo. Sí, lo admito: Nora y Tyler no solo me instruyeron a nivel práctico. Y su propia compenetración de estilos, que parecerían totalmente opuestos, ha sido un punto a favor. O al menos, eso quiero pensar.

La siguiente es Andie, que mantiene un estilo muy callejero y menos depurado que el de Chase. Pero cuando a continuación llaman a Moose y empieza a moverse, ahí sí que me quedo embobada. No es la primera vez que le veo bailar, lo admito. Es algo que sé de él desde que éramos niños, casi desde que le conocí. Pero esa forma de moverse, de llevar el popping a otro nivel y de desarticular su cuerpo como si fuese una marioneta en perfecto control, hace que desee, por un momento, ser como él. Y, de inmediato, me asalta el pánico: ¿si él es capaz de hacer esas maravillas… qué puedo ofrecer yo?

No obstante, me escama cuando oigo a «la garza» Collins decir:

–Sabes que aprecio tu estilo, Moose. Pero esperaba… –hace una pausa que me pone los pelos de punta– alguna novedad para este año –revisa de nuevo sus papeles y sin levantar la vista, pregunta–. ¿Estás en Coreografía este año?

Con el corazón en un puño puedo ver cómo Moose traga saliva de nuevo mientras se mete las manos en los bolsillos y aprieta discretamente la tela.

–Sí, director.

En ese momento, el aludido levanta la cabeza y, sin sonreír, hace un gesto conforme y le manda de nuevo al grupo. Al volver, Andie es la primera que trata de animarlo y yo, por un instante, me quedo sin saber qué hacer. Por desgracia, el siguiente nombre es el mío. ¿Qué pasa, no hay más veteranos…? Pero Collins se ocupa enseguida de despejar mis dudas. No, no es precisamente por eso por lo que me toca tan pronto…

–Creo que este año tenemos a la mismísima hermana de Tyler Gage en esta clase –¿es cachondeo lo que noto en su voz o me lo estoy imaginando? No lo sé porque, de repente, es como si las piernas no me respondieran. Solo un ligero empujón de Moose, que parece haber recuperado un poco de color en su carita más pálida que de costumbre, me hace volver a la realidad y hace que me levante despacio y avance hasta el frente. Los espejos me devuelven la imagen de una muchacha flacucha, sin demasiados atributos femeninos visibles, de dieciséis años, piel morena, pelo liso y castaño y un flequillo recto que casi llega a las cejas. Entonces, como en la lejanía, vuelvo a escuchar la voz de Collins–. Cuando quiera entonces, señorita Gage.

Cierro los ojos y respiro hondo al tiempo que la música suena.

Todo el mundo ve que eres tú.

Yo soy el que perdió la vista.

Todo el mundo dice que hemos terminado,

pero espero que tú no lo hayas dicho también…

Reconozco la canción. Crawlde Chris Brown. Una de sus canciones más recientes. «Piensa, Camille. Recuerda lo que te enseñó Nora». Que imaginase, que viese lo que quería hacer y que fuese una con la canción… Básicamente, que contase una historia con mi cuerpo. La historia que creía que contaba esa canción.

Así, casi sin buscarlo, mi cuerpo se va hacia atrás mientras los brazos quedan en paralelo al suelo. Giro, muevo los brazos en curva hacia el lado y hacia arriba, recordando las posturas de ballet que Nora me obligó a aprender. Después, en un giro hacia el suelo, no puedo resistirme a hacer uno de los trucos favoritos de Tyler: lo llamamos «el gusano». Mi cuerpo se arquea sobre el piso de madera pulida, mis manos lo impulsan y salto hacia atrás, me voy hacia postura de rodillas y me giro hacia el espejo con los brazos como si fuese a tirar con arco.

Y entonces es cuando lo oigo. Bueno, yo y todos los presentes. Un portazo con reminiscencias de cristal vibrando. El director Collins, que se había girado enseguida, recupera la compostura en un suspiro y me felicita por mi impecable actuación, agregando algo así como que no mentían los que decían que venía con una formación sin fisuras.

Pero yo ya no lo escucho. Porque acabo de comprobar quién falta en la sala.

Al lado de mi macuto, el hueco de Moose está vacío.

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