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Reseña nº 41 – La gente feliz lee y toma café, Agnès Martin-Lugand

¡Buenas un miércoles más, mis brujis! Hoy traigo reseña de una lectura cortita (unas 200 páginas) de un género que hacía tiempo que no cogía: literatura francesa. Había leído a Muriel Barbery y a Marc Levy y me habían gustado sus novelas (unas más que otras) pero, cuando una amiga francesa me sugirió el libro y otra me lo prestó, decidí que tenía que leer más novelas de esta nacionalidad.

9788420416533

La gente feliz lee y toma café (Casa del Libro)

En «La gente feliz lee y toma café» nos encontramos la historia de Diane, una joven viuda que, incapaz de superar la muerte de su marido y su hija en un accidente de tráfico, se pasa los días encerrada en casa y rodeada de los objetos personales de aquellos que ya no están. Su amigo Félix, socio del café literario que dirigen ambos (y da título a la novela) tratará de hacer todo lo posible para que Diane salga de esa apatía que se antoja eterna. Pero eso es algo que solo conseguirá su propia decisión de irse unos meses a vivir a Irlanda. Puesto que allí, entre chaparrones y colinas verdes, es posible que la joven protagonista recupere las ganas de vivir…

Como comienzo, diré que, en efecto, al estilo de los autores que mencionaba más arriba, la novela me ha gustado en la forma; es decir, cómo está escrita, la agilidad que da la abundancia de diálogos sin interjecciones de cómo están o cómo actúan los personajes, y la sencillez de los mismos. Me parece que se trata un tema interesante como es la superación del duelo tras la muerte de dos seres muy queridos o cercanos como son un marido y una hija, así como la prueba de que todos tenemos una parte clara y oscura en nuestro interior.

Con esto último me refiero, fundamentalmente, al protagonista masculino de la novela, que no es Félix. No. Se llama Edward y es el vecino antipático de Diane en Irlanda. Inicialmente no podrán ni verse pero, poco a poco, empezaré a haber un acercamiento entre ambos cuyo desenlace no cuento para no destripar el final 🙂 Sin embargo, sí diré que no me ha gustado nada ni la evolución brusca de Edward de antipático a mimoso y necesitado de cariño, ni el modo «veleta» de Diane: ahora sí, necesito que me abraces y me quieras, pero no, aún no he superado la muerte de Colin, cuánto lo siento. Me ha parecido una marejada de sentimientos demasiado frívola y sin transiciones adecuadas, muy brusca en algunas partes y sin posibilidad de entenderse determinadas reacciones o formas de pensar en situaciones concretas.

Y aunque Diane me ha terminado cayendo muy antipática -tenía sus ratos amables, pero… ha sido un poco tónica general, inicialmente justificable por su estado de ánimo pero posteriormente innecesario-, a Edward, sin embargo, he terminado entendiéndolo en parte; es una persona que ha sufrido y, en vez de buscar amor y cercanía para remediarlo, se ha encerrado en sí mismo. Una reacción más habitual de lo que la gente cree.

Así, creo que voy a darle un aprobado raspadito: 2.5/5, y nos leemos en la próxima 😀

 

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