Chapter 40 — El esperado momento (II) (Cars 3)

La joven no se había movido del sitio, manteniendo la mirada clavada en su progenitora con una frialdad que ponía los pelos de punta.
―Rayo, Cruz, ¿podríais salir un momento, por favor? Tengo que hablar algo con mi madre.
—Sally…
—Rayo, por favor —repitió la aludida, apenas girándose hacia él para que sus iris se cruzaran. Y el corredor vio tal amargura en sus ojos, pero también semejante determinación, que prefirió no insistir y claudicó al tiempo que le hacía un gesto a Cruz para que lo siguiera al exterior. Cuando Sarah y ella se quedaron solas, la joven Porsche volvió a encarar a la más mayor con una frialdad aterradora—. Mutter…
Sarah alzó el morro, desafiante.
—Sally…
—¿Dónde está papá? —quiso saber la joven, sin despegar la vista de su madre.
Ante la pregunta, el rostro de esta cambió como por ensalmo, al tiempo que suspiraba con algo similar al dramatismo.
—Bueno, hija. Ya sabes cómo es tu padre —la encaró con una expresión que a Sally casi le dieron ganas de vomitar—. Y más después de aquello, claro…
Sally tragó saliva, conteniendo su ira a duras penas ante aquella acusación. Sabía bien a qué incidente se refería su madre. Sin embargo, en vez de lanzarse a reabrir viejas heridas, tanto para ellos como para ella, la Porsche más joven optó por seguir con su plan. Lo llevaba trazando un tiempo, por si las moscas. No volverían a cogerla desprevenida como en su boda, eso sí que no.
Sally, entonces, se apartó apenas unos centímetros y Sarah, sintiéndose invitada, se adelantó para mirar un poco más allá. Sin embargo, apenas había atisbado un refilón de carrocería roja cuando, de sopetón, Sally volvió a interponerse en su campo de visión.
—¿Qué…? —atinó apenas a vocalizar la Porsche Carrera Targa, estupefacta.
Sin embargo, su hija sabía muy bien por qué había hecho aquello.
—Listo. Eso es todo lo que vas a obtener de mi hija —anunció, sin emoción.
Como era evidente, el rostro de su madre se desencajó: primero, a causa de la sorpresa, para luego contraerse a causa de una intensa rabia.
—Pero… ¿se puede saber de qué estás hablando, niña ingrata? ¡Es mi nieta!
Sally, por otro lado, hacía bastantes años que había aprendido, a base de lágrimas y tesón, a inmunizarse contra el ego de aquella mujer.
—Créeme, Mutter, es mejor así —le informó con calma—. Tú te ahorrarás la decepción y, ella, el trauma de no ser nunca lo que su “querida abuelita” espera de ella.
El capó de Sarah se abrió de par en par.
—¿Cómo puedes…?
—He estado ahí, madre —la cortó Sally, haciendo caso omiso de la ofensa sentida por el otro coche—. Lo creas o no, jamás he estado tan segura de nada en toda mi vida. Y, ahora, márchate. Por favor. Como dije… No quiero que vuelvas a acercarte a mi familia, ni tú ni papá. ¿Te ha quedado claro?
Sarah apretó los dientes, sintiéndose más ultrajada por momentos.
—Esto no quedará así, Sally. Tenlo presente.
A lo que Sally, sonriendo con lástima nada fingida, pronunció unas palabras de las que, en parte, esperaba no tener que arrepentirse el resto de su vida:
—Adiós, Mutter. Dale recuerdos a papá.
***
—Están tardando mucho —se impacientó Cruz sin poder evitarlo—. ¿Crees que es buena señal?
Rayo, asomado como estaba al enorme ventanal frente a la habitación, mostró media sonrisa confiada.
—No tengo dudas de que Sally lo está haciendo muy bien —aseguró, antes de bajar de nuevo la voz—. Sarah, en el fondo, no merece otra cosa…
Cruz asintió tras él antes de colocarse a su lado, más cerca del cristal.
—¿Qué os hizo? Me refiero —aclaró, al ver que Rayo se giraba para mirarla, curioso—, es la madre de Sally. Y… No puedo imaginar lo que es estar enfrentado a una madre de esa manera…
Rayo suspiró. ¿Cómo explicarlo?
—Digamos que la familia de Sally siempre ha sido muy estricta en cuanto a protocolo y apariencias —resumió, sin poder camuflar siquiera el dolor que le seguía produciendo aquel rechazo, aunque fuese en el fondo del alma—. Además, ya has comprobado que siguen pensando que no soy la mejor opción para Sal…
—Pero, ¡qué estupidez! —se escandalizó Cruz—. Y perdón por el vocabulario.
Rayo se rio.
—Está bien, Cruz —la tranquilizó—. Eso es todo agua pasada. Sal y yo ahora solo queremos poder vivir en paz…
Su pupila asintió, aunque aún no parecía del todo convencida. Sin embargo, de repente pareció acordarse de algo que la hizo girarse con algo más de ilusión hacia su mentor.
—Oye, y… ¿cómo vais a llamar a la niña? —preguntó, con ojos brillantes—. ¿Habéis decidido ya?
Rayo rio para sí, desterrando por un instante todo negro pensamiento y nada que no estuviera relacionado con su preciosa primogénita.
—Bueno… Lo cierto es que estuvo reñido —admitió, no sin cierto aire socarrón—. Ya sabes, entre Cruz y Nayara…
La pupila se quedó sinceramente boquiabierta, al tiempo que un escalofrío muy agradable recorría todo su chasis.
—¿Es una broma? —casi chilló—. Dime que bromeas…
Pero Rayo, para su mayor alegría, sacudió la cabeza con una sonrisa que casi abarcaba todo su capó.
—No podemos escoger entre las dos mejores compañeras y amigas que teníamos cada uno de nosotros, así que… Al final, será Nayara Cruz McQueen.
La alumna tragó saliva.
—Gracias, entrenador —susurró, encantada—. Lo cierto es que me siento muy halagada.
Rayo aceptó con una pequeña reverencia.
—De hecho, hay algo más que quería proponerte —añadió acto seguido, con aire algo más misterioso.
Cruz enarcó un parabrisas.
—¿En serio? Y ¿qué es?
Rayo inspiró hondo.
—Queremos proponerte que seas su madrina.
—Que… ¿Qué? —aquí la voz de Cruz sí que casi alcanzó una octava más alta de lo normal—. Venga, deja de intentar quedarte conmigo…
—¡No es una broma! —rio él—. Creemos que serás la madrina perfecta para ella, los dos.
Cruz, en su nebulosa de excitación por aquella noticia tan maravillosa, dudó sin poder evitarlo.
—Y ¿qué pasa con Nayara?
A lo que Rayo sonrió con una extraña confianza y respondió:
—Bueno, tú por eso no te preocupes —sonriendo aún, agregó—. Es muy probable que le prometamos el siguiente, si todo sale bien…
—¿Molesto?
Ante la llegada de una nueva voz a la conversación, los dos coches saltaron como resortes y se giraron de golpe, relajándose en cuanto vieron de quién se trataba.
—¡Naya! ¡Has podido venir!
—¡Hola, campeón! —saludó Nayara de la Vega con desenvoltura, al tiempo que el aludido chocaba una rueda con ella—. Disculpa la tardanza, pero Tex me ha tenido ocupada hasta ayer mismo… ¡Ah! Hola, Cruz.
La aludida, presa de una súbita timidez, hizo un leve asentimiento en su dirección.
—Señorita de la Vega, es un placer verla.
Ante aquello, Naya no pudo evitar quedarse muda de estupor, durante un segundo, antes de soltar una amigable carcajada.
—Por favor, señor McQueen. ¿Aún no le ha dicho a su alumna que puede tutearme?
Si Cruz hubiese tenido sangre en vez de gasolina, se hubiera ruborizado hasta el maletero. Sin embargo, Rayo se limitó a sacudir el capó con media sonrisa.
—Justo estábamos hablando de ti —comentó, quitando hierro al asunto—. Me alegro de que hayas podido venir.
Nayara sonrió, ufana.
—No me hubiese perdido esto por nada del mundo —aseguró, echando una breve mirada a su espalda, hacia la puerta cerrada del dormitorio—. Sally, ¿está…?
Rayo asintió, aunque en sus ojos se reflejó un tenue brillo que escamó a la abogada hispana.
—Sarah ha venido —expuso él con sencillez.
No obstante, la reacción de Nayara fue muy elocuente al respecto.
—Oh… Entonces, quizá sea mejor que entre a…
La abogada calló de golpe. A su espalda, en ese instante, había resonado un distintivo clic metálico que indicaba que la puerta se estaba abriendo. Un segundo después, una Sarah Carrera con cara de circunstancias salió del dormitorio, les dirigió una brevísima mirada de desprecio, se giró y enfiló el pasillo en dirección a la salida. En cuanto su silueta estilizada se perdió por la primera esquina disponible, los tres coches del pasillo casi se lanzaron al interior del dormitorio como uno solo. Sally dio un respingo al verlos aparecer de sopetón, pero se relajó de inmediato y media sonrisa conciliadora quiso asomar a su capó. Sin embargo, Rayo la conocía bien. Y ese pulso oscuro tras sus iris verdes no le daba ninguna confianza.
—¡Eh, Sally!
Al ver a su mejor amiga, por suerte, el rostro de la Porsche cambió como por ensalmo, al tiempo que se echaba hacia delante para saludar a la joven californiana.
—Naya, ¡has llegado!
Esta asintió con ganas.
—Lo que le decía a tu marido: no me hubiese perdido esto por nada del mundo.
Sally sonrió con más energía antes de girarse hacia Rayo, en cuya estela se escondía una Cruz Ramírez cohibida hasta el extremo.
—Bueno… ¿Cómo ha ido? —quiso saber él.
Sally meneó la cabeza con cierta inseguridad.
—Lo cierto es que no sabría decirlo —admitió, para congoja de los otros tres—. Aunque sé que es duro tener que hacer algo así con tu propia familia, algo me dice que es lo mejor… —frunció los labios y susurró, casi como para ella misma, mientras encaraba la cápsula que contenía a su pequeña—. No quiero que ella sufra lo que yo sufrí…
—Me parece una sabia decisión —indicó entonces su marido, en el mismo tono, a la vez que seguía su mirada y enfocaba aquella diminuta carrocería roja a través del cristal.
—Rayo tiene razón —intervino Naya, para leve sorpresa de los dos padres primerizos—. Si algo no le faltará a esta peque será una familia que la quiera. Aunque… —dudó—, sea en la que sus padres “han hecho” y no necesariamente en la que “han nacido” … ¿Me explico? —preguntó, insegura ante las súbitas miradas de extrañeza que le dirigían los presentes.
—Creo que sí, Naya —repuso entonces Sally, dirigiendo una mirada cómplice a su marido.
No obstante, ninguno pudo decir mucho más antes de que un sonido de maquinaria activándose de forma sonora hiciera botar a los cuatro en el sitio, expectantes. En efecto, una luz se había encendido junto a la cápsula de incubación y un vapor translúcido se había adentrado en la misma, nublando apenas la vista. Rayo y Sally contuvieron la respiración en todo momento, sin saber qué sentir ni qué esperar. ¿Aquello era normal? Pero, cuando por fin el vapor se disipó y la cápsula se abrió muy despacio, fue como si no existiera nada más en el mundo que el pequeño coche acurrucado en una cómoda plataforma mullida. Cuando el cristal se retiró del todo, el coche recién despertado abrió despacio los parabrisas, desorientado, antes de bostezar con medio gemido. Como si fuera algo ensayado, Naya y Cruz se retiraron en ese instante y los orgullosos padres se acercaron a su primogénita, tratando de contener la emoción a duras penas. La pequeña Nayara Cruz, una vez despierta, los observaba con una extraña curiosidad que Rayo pensó que desarmaría su chasis en un instante. Aquellos ojos aguamarina, sin duda alguna, acababan de clavarse en el fondo de su alma para no salir jamás.
—Hola, cariño —susurró entonces Sally, acercando su capó al de la niña.
Esta tras un milisegundo de reticencia apenas visible, le devolvió el gesto cerrando los ojos y sonriendo a su vez. Rayo se aproximó entonces y repitió el gesto, a lo que la pequeña reaccionó de manera idéntica.
—Hola, pequeña —murmuró el corredor—. Bienvenida al mundo por fin.
Hola, ayer me encontre con este blog y me puse a leer el fanfic de cars. Queria felicitarte por lo bien hecho que esta, para un fan de esta peli es una joyita. Tranquilamente con lo que escribiste se puede seguir una mini serie. Pero como critica constructiva, me hubiese gustado que despues del capitulo 34, se hablara de como fue para el rayo perder frente a storm y entrar en esa decadencia hasta el momento de su choque, tipo como el detras de camaras de el con sally en esos momentos.. y por ahi con tus capacidades darle otro final mejor que el original que hay de la tercera entrega.. Ejemplo para tomar ideas: https://youtu.be/1-6jgm4mdMs
Y desde el final del video en esa carrera de retiro ahi queda perfecto que mcqueen siga como entrenador de cruz y su batalla contra storm para ganar su copa tal como lo relatas. Gracias y me mantengo al tanto por lo nuevo que subas.
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¡Buen día! Muchísimas gracias por tu comentario y tu recomendación, lo tendré en cuenta para mejorar mis futuros relatos. Lo cierto es que en ningún momento tuve intención de cambiar nada que estuviese ya en las películas, solo incluir y rellenar huecos entre escenas y películas (por ejemplo, lo que mencionas tras el capítulo 34, esa fue una idea que no se me ocurrió en su momento y podría tener interés).
Muchas gracias de nuevo por tomarte tu tiempo en dejarme un comentario y nos seguimos leyendo. ¡Abrazos enormes!
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