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#FanficThursday: Cars – «Una cita con el pasado» (Capítulo 20)

Capítulo 20. Cicatrices

996 Carrera 2002 "Sally Carrera" in the movie CARS (2006) (con ...
Sally Carrera, Cars

—¿Vergüenza, tú? —se sorprendió Rayo; antes de aclarar, atropellado—. Quiero decir, pregunto en el mejor sentido. Vaya, que nunca te he considerado… Tímida, ni vergonzosa.

Sally mostró media sonrisa triste.

—Sí. Siempre quiero aparentar que todo va bien, que todo está bajo control. En eso no he cambiado demasiado en estos años…

—Sal, oye —la interrumpió él—. Si no te sientes preparada, no hace falta que…

—Sí, sí hace falta —cortó ella con dulzura—. Creo que eres el único coche del mundo con el que estoy preparada para hablar de esto. Verás —comenzó—, cuando acabamos la carrera, Naya y yo decidimos volver a Los Ángeles para ejercer. Además, enseguida se nos presentó la oportunidad de trabajar para el bufete del «gran Alex Mustang», el mejor abogado multi-disciplinar del momento. Sus casos tenían renombre, atención y ganaba todo lo que se ponía en su camino —suspiró—. Alex no mentía cuando decía que yo era ambiciosa, porque lo era. De hecho, aunque Naya, David y yo éramos un equipo en el bufete y los mejores amigos del mundo, yo sin querer me empecé a distanciar de ellos y a pasar más tiempo con Alex —Sally inclinó el morro, avergonzada por aquel recuerdo—. Hasta que… Bueno, puedes hacerte una idea de lo que pasó —Rayo apretó los dientes, conteniéndose; pero, con esfuerzo, consiguió mantener el tipo y seguir prestando atención al relato—. Yo en aquel momento creía que lo tenía todo. Mi vida era intensa y mi trabajo también, en todos los sentidos; acompañaba a Alex a los casos, luego me convertí en su ayudante y, al final, llegó el día que tanto esperaba: me dio mi primer caso —la joven se giró hacia la ventana, sumida en los recuerdos—. Aplicando sus enseñanzas y todo lo que recordaba de la carrera y de los libros que leía día y noche, comencé a ganar casos y a hacerme un nombre. Eran casos pequeños, pero yo sentía cada victoria como un gran triunfo y un peldaño más que me acercaba a los mejores. Sin quererlo, me dejé absorber por el trabajo y mi deseo de llegar alto. Por aquel entonces, no me preocupaba hacer lo que hiciese falta para conseguir lo que quería… Y ese fue mi mayor error —Sally tragó aceite y cerró los parabrisas, haciendo frente como podía a la ola de dolor que se avecinaba—. Un día, Alex me pasó uno de sus mejores casos. Seguro que has oído hablar de él antes de que lo mencionaran esta mañana en la tele. El caso VL, un problema de desplome de precios de gasolina, adulteración y malversación de fondos —Rayo asintió, colocándose a su lado aunque dándole espacio para no sentirse más incómoda—. Cuando llegó la última sesión y parecía todo perdido, de repente, Alex me llamó para decirme que tenía algo. Un testigo que aseguraba tener la clave para resolver el caso y librar a la VL de todo; de probar su inocencia. Me acompañó a conocerlo, hablamos con él y concertamos la vista para el juicio. Te puedes imaginar mi ilusión. Si aquel caso salía bien, si hacía bien mi trabajo… Quién sabía dónde podía llegar después, lo bien que hablarían de mí —sus últimas palabras, sin remedio, se tiñeron de una intensa amargura—. Sin embargo, cuando el testigo se presentó y pregunté, de repente… —Sally pareció incapaz de proseguir, por un segundo; y Rayo no dudó esta vez en acercarse y apoyar una rueda sobre la suya, en una muda señal de apoyo—. De repente era como si no supiese de qué le hablaba. No fue capaz de contestar ni una sola pregunta como habíamos ensayado. Como recordarás, la VL perdió y tuvo que pagar una serie de indemnizaciones muy importantes. Pero lo peor fue llegar al día siguiente al bufete, después de no haber dormido aquella noche, de no entender qué había sucedido… y ver la cara de todos mis compañeros. Enseguida, Alex me llamó a su despacho y fui como un coche camino del desguace, dispuesta a acatar mi sentencia. Pero el golpe de gracia lo dio la chica que entró detrás de mi. Una becaria que hacía apenas dos meses que estaba en la empresa. Aún recuerdo su frase como si fuese ayer —Sally tragó aceite y sollozó sin quererlo—. «Vaya… Bonito detalle el del chivatazo, ¿eh, pringada?».

>>A partir de ahí, recuerdo todo como una pesadilla. Alex dejó quedarse a la impertinente y me dijo, delante de ella: «Bueno, Sally, espero que hayas aprendido la lección después de esto». Yo no entendía nada, aunque sí fui capaz de adivinar una sola cosa. Cuando le pregunté si lo del testigo falso había sido cosa suya, ¿sabes lo que me dijo? —apretó los labios, mojados de lágrimas—. «El mundo tiene un orden, Sally. Espero que la próxima vez sepas medir mejor tu ambición y saber el sitio que te corresponde. No todos podemos subir a la cima»…

—¿Qué? —jadeó Rayo de inmediato, sin poder contenerse y sintiendo cómo todo su interior ardía de rabia—. ¿Cómo se puede ser tan… tan…?

No le salían las palabras, pero no hizo falta. Sally agachó el morro con tristeza y sorbió, tratando de serenarse.

—Lo sé. Yo ganaba casos para su empresa e, ilusa de mí, creí que eso lo enorgullecía —se humedeció los labios—. Fui una estúpida. Debí hacer caso a Naya y no lo hice. Y ahora ella…

—No lo pienses —le pidió Rayo—. Vamos a ir a por él, y va a perder este caso —le juró.

Sally sonrió, convencida a medias.

—¿Sabes lo que más me duele? —prosiguió en un susurro, sin mirarlo—. Que sigo pensando que Alex solo me utilizó y después me tiró al vertedero, como si no fuera nada ni nadie. Cuando le interesó.

—Yo no lo veo así.

—¿Qué quieres decir? —quiso saber Sally.

—Vamos, amor —exclamó él, incrédulo de que ella no lo viese—. Está claro que lo que Alex te tenía era envidia.

—¿Envidia? ¿Alex? Eso no es posible —renegó ella, sin poder creerlo.

—Claro que lo es —insistió Rayo—. Tú eres mejor abogada que él. Todos lo vemos, ¿por qué tú no?

—¿De verdad lo crees?

—Claro que lo creo. Yo y todos —aseguró Rayo—. Pero, hasta que tú no te lo creas, jamás le podremos ganar.

Sally lo pensó por un instante. ¿Podía ser? Claro, todo cobraba sentido…

—Está bien. Vamos a por Alex, entonces —afirmó—. Aunque primero creo que hay que conseguir que David confiese.

Rayo enarcó un parabrisas.

—¿Crees que ayudará que reconozca que casi mata a Naya? —tanteó.

Pero Sally, para su desconcierto, meneó el morro con aire conspirador.

—¿No te parece extraño que, aparte de todo, David llame a Natalia para avisar del accidente de Naya, pero luego no vuelva a dar señales de vida? Piénsalo, Rayo. Él tiene que ser la clave de todo esto. Dará igual cuántos documentos busquemos o cuánto recurramos —afirmó, convencida—. Eso significará que Tex estará fuera de la partida todo ese tiempo y alguien que no queremos podría aprovechar la coyuntura. Además —volvió hacia los libros, más animada— sigo dándole vueltas desde hace mucho a qué interés puede tener Mustang en todo esto. Algo me dice que solo es un peón de algo más grande…

—¿Qué te propones? —quiso saber Rayo, algo perdido.

Sally, esta vez, sonrió con total convicción y una mirada cargada de determinación.

—Desenmascarar a Alex de una vez por todas —murmuró—. No me creo que se esté sacando esos trucos del guardabarros sin tener a alguien detrás…

La cuestión era, ¿a quién? Sally sospechaba que David, su sustituto, el ser más cercano a Mustang en el mundo, podía tener esa respuesta.

—Vale —aceptó Rayo, tras unos segundos de duda—. Entonces, ¿cuál es tu plan?

Sally lo miró con intensidad.

—¿Sigues teniendo tu prueba contra Alex?

—Eh… sí —replicó Rayo, perdido de nuevo en la neblina de la ignorancia—. La guarda Andrés a buen recaudo. ¿Por qué?

Sally se encogió de ruedas.

—Creo que va a ser hora de usarla.

—Pero, ¿crees que es sensato arriesgar tanto? —inquirió Rayo, prudente.

—¿Qué te preocupa? —preguntó Sally.

—No sé. ¿Y si sale mal? ¿Y si no lo aceptan como prueba?

Sally sonrió entonces con aire enigmático.

—Entonces, David le dará de todas formas el golpe de gracia a todo este asunto —la joven inspiró hondo y miró de nuevo hacia los papeles esparcidos por la mesa—. Pero lo primero, tenemos que llamar a Doc, a Guido y a Luigi —agregó en un tono que, de repente, hizo que a Rayo se le pusieran las bujías de punta—. Vamos a necesitar toda la ayuda posible…

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