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#FanficThursday: Willow (Capítulo 28)

28 – Que nuestros lazos permanezcan siempre

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Decir que Sorsha se había quedado petrificada hubiese sido un eufemismo de épicas proporciones. El Vínculo. Sus padres. Un hechizo… ¿y Madmartigan? ¿Todo en la misma frase? Parecía totalmente inverosímil pero, por alguna razón, aquellos conceptos seguían girando a toda velocidad en la cabeza de Sorsha, tratando de encajar de alguna manera. La princesa, aturdida, cerró los ojos notando cómo el mareo se apoderaba de ella; pero el suave peso de Elora en sus brazos fue lo único que consiguió que mantuviese la entereza y permaneciese en el mundo real. Además, en cuanto notó su nerviosismo, la pequeña aferró con su manita un pliegue del vestido blanco de la joven al tiempo que emitía un gorjeo de preocupación.

–¿Cómo es posible? –farfulló Sorsha finalmente, aún con la respiración acelerada.

Raziel, por su parte, se mordió el labio en actitud meditabunda antes de decidirse a contestar.

–Tu padre me confesó que lo vio cuando apenas eras un bebé –admitió, optando por ser totalmente franca. Si Sorsha deducía algo de sus palabras, asumiría lo que viniese después–. Por lo visto, Madmartigan vino con sus padres a dar la enhorabuena a los tuyos por tu nacimiento.

Sorsha meneó la cabeza, claramente perpleja.

–Pero… yo pensaba que eso solo eran… leyendas –arguyó, antes de alzar la vista hacia la hechicera con un nuevo brillo de sospecha rielando en sus iris oscuros–. Fuiste tú…

–¿Yo? –se extrañó Raziel, pillada con la guardia baja mientras los recuerdos inundaban su mente sin querer–. ¿Qué quieres decir?

Sin embargo, para su tranquilidad, Sorsha mostró media sonrisa.

–Tú convenciste a mi padre para que consintiese nuestro matrimonio –afirmó la princesa.

Raziel suspiró aliviada de que, aunque no hubiese errado el tiro, la joven tampoco hubiese deducido su… «otro secreto».

–Habiendo crecido con una madre bruja, Sorsha, deberías saber que hay fuerzas en este mundo y en el universo a las que nadie debería enfrentarse –un rictus de algo similar a una profunda tristeza pasó entonces por sus rasgos arrugados–. Y tu padre lo aprendió de la peor manera posible.

Sorsha, sin querer indagar a qué se había querido referir exactamente la hechicera, preguntó:

–Entonces, ¿por qué se opuso inicialmente?

Ante lo cual su interlocutora mostró otra sonrisa, pero infinitamente tierna.

–Supongo que algún día entenderás lo que supone para un padre o, en tu caso, una madre, sentir que tus hijos por fin se hacen mayores y jamás volverán a ser los niños que criaste.

Sorsha tragó saliva y miró instintivamente hacia Elora, pensando sin pretenderlo en la noche anterior pasada con Madmartigan. Reprimió un escalofrío al imaginar, igualmente, lo que sería tener un hijo con él.

–¿Te has entregado ya? –preguntó entonces Raziel como si hubiese leído su mente, haciendo que Sorsha botase en el sitio como un muelle antes de enrojecer elocuentemente. La hechicera soltó entonces una risita antes de comentar, sardónicamente–. Supongo que dejar de ser una princesa heredera tiene sus ventajas, ¿no?

Sorsha, todavía con las mejillas coloradas, no pudo evitar seguir la broma.

–Supongo que sí –no obstante, inmediatamente se puso seria–. Raziel, ¿tú crees… que mis pesadillas están relacionadas con El Vínculo? –se humedeció los labios, sintiendo un súbito terror–. ¿Crees que mi madre… quería acabar con él?

No se refería exactamente a Madmartigan pero, si cabía la posibilidad de que estuviesen unidos por el destino y su madre o algún retazo de su oscuridad quisieran hacerle daño, Sorsha jamás se lo perdonaría. Ni a Bavmorda, ni a su conciencia.

Sin embargo, Raziel, para su ligera desesperación, movió la cabeza en un gesto claramente dubitativo.

–A mi modo de ver, tu madre podría haber buscado en algún momento bloquear El Vínculo o, directamente, que jamás amases a otra criatura que no fuese ella. Eso explicaría también el aura que siempre vi en ti –al ver cómo la princesa se tensaba en el sitio, se apresuró a explicar–. No me malinterpretes, te lo ruego. Hasta ahora era solo una apreciación que nunca tuve la posibilidad de confirmar. Pero quizá lo que me has contado tenga algún tipo de relación con ello –Raziel la miró intensamente–. ¿Recuerdas algún episodio de tu pasado en el que tu madre, digamos, mostrase desdén por alguien a quien tuvieses especial aprecio?

La expresión quizá había sido un eufemismo demasiado evidente, puesto que con «desdén» la hechicera había querido aludir, más bien, a otro tipo de sentimientos y consecuencias para la criatura en cuestión. Sin embargo, la princesa debió entenderlo a la primera, porque expuso:

–Tenía un maestro, Fennel. Recuerdo que era bueno conmigo y aprendí todo lo que sé con él pero… Kael lo mató –en ese instante, recordó la conversación mantenida con su padre sobre el oscuro lugarteniente y notó cómo un nudo muy desagradable se alojaba en la boca de su estómago. Raziel, al detectar su tribulación, aproximó una mano y le apretó el brazo en mudo consuelo–. Mi madre solo me quería como un instrumento –comprendió Sorsha con suma tristeza, antes de alzar hacia la hechicera un rostro claramente trazado por el esfuerzo que suponía mantener el llanto a raya–. ¿Crees que sigue viva?

–¿Bavmorda? No estoy segura, la verdad –la hechicera optó por ser totalmente sincera, aunque eso supuso hundir más el ánimo de la muchacha–. La treceava noche no es un ámbito en el que haya querido adentrar mis estudios durante mi vida.

–¿Y por qué aparece en mis sueños? –protestó entonces Sorsha, desesperada–. ¿Qué quiere hacerme? –de pronto recordó algo–. Anoche conseguí hacerla huir con un rayo de luz, pero yo jamás he manifestado poder alguno –admitió acto seguido, más y más confundida por momentos–. ¿Qué crees que significa?

Raziel meditó un instante antes de contestar.

–Es posible que solo sea una representación de su hechizo que se relaciona directamente con tu temor hacia ella –elucubró–.Y el hecho de que la derrotases puede significar que El Vínculo lucha contra su influencia maligna.

–¿Es posible entonces que ya no tenga más pesadillas? –quiso saber Sorsha, esperanzada.

Pero Raziel meneó la cabeza, destruyendo de inmediato sus castillos en el aire.

–Para eso tenía que haber desaparecido por completo, pero me dijiste que huyó a través de la puerta después de lanzarle el rayo de luz. Por tanto, es posible que vuelva –la muchacha que tenía delante parecía más propensa a derrumbarse a cada segundo que pasaba, por lo que Fin Raziel se obligó a acercarse aún más y susurrar, tras ponerle las manos en los hombros–. Te ayudaré, Sorsha. Lo prometo. Bavmorda o lo que quiera que te hiciese en su momento no va a ganar esta batalla. Te lo aseguro.

Al escuchar aquello, la joven alzó la vista, claramente emocionada.

–Gracias.

En ese instante, la puerta se abrió tras ellas, dando paso a cuatro figuras masculinas en sorprendente unidad y camaradería.

–¡Ya estamos aquí! –gritó Rool desde el suelo, acercándose dando saltitos–. Os ibais a perder toda la fiesta de ahí abajo, así que hemos venido a buscaros.

Franjean puso los ojos en blanco ante aquella diatriba aunque sin demasiado énfasis, ya que estaba igual de emocionado que su compañero. Madmartigan, por su parte, enarcó una ceja sorprendida al ver a Sorsha allí; pero ella se levantó con naturalidad sin soltar a Elora, depositó un suave beso en sus labios y susurró en su oído: «luego hablamos». El guerrero, paciente, asintió con la cabeza antes de saludar a la princesa más joven. Esta sonrió de inmediato y echó sus diminutas manos hacia él en muda señal; algo que Sorsha respetó pasando al bebé a los brazos del guerrero.

–Hola, ranita –la saludó él mientras le hacía cosquillas bajo la barbilla–. Cada día estás más grande…

–Pronto me ganará, seguro –comentó un bromista Willow desde unos cuantos centímetros más debajo de los dos daikini, sonriendo ampliamente al tiempo que se aproximaba a Raziel–. ¿Interrumpimos algo? –preguntó entonces, percatándose y mirando alternativamente a las dos mujeres.

–Nada en absoluto –replicó Sorsha con una de las sonrisas más sinceras que el sorprendido nelwin le había visto nunca.

Raziel, a la vez, negaba con la cabeza imitando el gesto de la más joven.

–Cómo han cambiado las cosas desde que nos conocimos, ¿verdad? –murmuró sin poder evitar la nostalgia en su voz.

–Ni que lo jures –replicó Madmartigan–. ¿Quién lo hubiese dicho?

Ante lo cual, Sorsha cruzó una mirada cómplice con Raziel que nadie entendió.

–Supongo que a veces no se puede luchar contra el destino –murmuró entonces la muchacha, tomando a su amado por el brazo y apoyando la cabeza suavemente en su hombro.

Madmartigan y Willow hicieron un gesto de ignorancia antes de mirarse y encogerse de hombros con alegría. Aunque el momento se volvió mucho más solemne cuando Raziel se levantó, al parecer escuchando algo que ninguno de los demás podía, y declaró mirando a todos sus interlocutores:

–Es la hora. Debemos bajar.

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