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#FanficThursday: Cars – “McQueen y Sally: One-Shots” (Capítulo 21)

Chapter 21 — Para siempre (Cars 2)

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Sally Carrera y vecinos de RS, Cars 2

—¡Ten cuidado, Pegatinas! —gritó Sally riéndose—. Recuerda que aquí conducen por el otro lado.

Él soltó un bufido, en absoluto ofendido, antes de a zigzaguear sin atisbo de duda tras las luces traseras de su novia. Tras la detención de Axelrod y la fiesta final del Gran Prix Mundial, donde Rayo había propuesto una celebración final en Radiador Springs sin premios, sin trofeos… Solo correr –a lo que todos habían aceptado haciendo resonar estruendosamente sus motores–, los dos tortolitos, como Mater seguía llamándolos a pesar de los años, habían optado por «perderse» y disfrutar de un rato a solas en la gran Londres. Eran cerca de las tres de la mañana y había poco tráfico, apenas algunos juerguistas, por lo que pudieron disfrutar de la orilla del Támesis, Westminster, Picadilly y Trafalgar Square casi a su antojo. A pesar de que añadían algo de peso a su aerodinámica carrocería, Rayo no se arrepentía en absoluto de haberse instalado los faros. Así, el tatuaje de Sally quedaba expuesto a su vista de manera muy interesante…

En ese momento, Sally giró por una callejuela, fingiendo que intentaba perderlo, pero él la siguió con facilidad y desembocaron de nuevo en el río, cerca de la Torre de Londres; momento en que Rayo descubrió que había perdido, de todo, la orientación. Pero, ¡qué más daba, si estaba con ella! Como si hubiese oído sus pensamientos, la Porsche redujo velocidad para cruzar las oscuras aguas, lo que permitió que Rayo se situase a su vera. La carrera se transformó entonces en un paseo que, poco a poco, los enfiló de nuevo hacia la zona turística de la ciudad. La enorme figura del London Eye, la noria que vigilaba el río frente al Big Bentley, era como un faro iluminado que les indicaba el camino de vuelta. Pero Rayo aún no quería regresar. Controlando los nervios, fingió interesarse por una enorme esfera donde decían que un antiguo carruaje había escrito las mejores obras de teatro que el mundo conocía.

—Vaya… —comentó entonces Sally, sacándolo de su momentánea ensoñación—. Sí que ha debido agotarte la última carrera…

Rayo parpadeó y volvió a la realidad casi de golpe.

—¿Qué…?

Sally se rio.

—O eso, o eres un apasionado del teatro; cosa que jamás te he escuchado comentar en los seis años que llevamos juntos…

Rayo tragó aceite y apartó la vista.

—No… —murmuró—. Es solo que…

Sally, como imaginaba, frenó en seco, antes de girarse para encararlo.

—¿Va todo bien?

Ahora su humor había desaparecido por completo y parecía preocupada. Rayo mostró media sonrisa, procurando tranquilizarla sin conseguirlo del todo.

—Sí, claro. Esto es genial —levantó las comisuras del capó con algo más de entusiasmo—. A pesar de todo lo que ha pasado… Me alegro de que estés aquí. De verdad. Esto no sería lo mismo sin ti.

Sally le devolvió el gesto, aunque sus ojos desmentían que estuviese tan alegre.

—Sé que lo de hoy ha debido ser muy duro —susurró, casi adivinando los pensamientos que circulaban por sus cables a toda velocidad—. Y no hubiese venido si no hubiese estado preocupada de veras por ti.

—Pero… Yo creía que habíais venido por Mater —replicó Rayo, confundido.

Ante lo que ella sacudió el morro, como si al coche de carreras se le estuviese pasando por alto algo crucial.

—Cielo —utilizó un apelativo que no solía emplear, lo que a Rayo le puso las tuercas de punta—. Claro que vine por Mater. Pero porque a ti te preocupaba su paradero más que nada en el mundo y yo no podía dejarte solo en una situación así. No pongas esa cara —le pidió cuando él torció el morro unos centímetros—. Sé de primera mano lo que te implicas emocionalmente cuando alguien te importa; por eso tenía claro que, con esa preocupación royéndote las entrañas, no ibas a correr en condiciones. Sonará egoísta, pero… pensé que lo mejor era estar aquí a tu lado, que… Me necesitarías.

La joven se había acalorado tanto que tuvo que tomar aire con fuerza por la boca en cuanto terminó. Rayo, por su parte, sentía un torbellino de emociones recorriendo cada uno de sus circuitos, sin saber muy bien qué paso dar a continuación.

***

Para no quedarse parados como farolas allí en medio, coincidiendo con la aparición de dos o tres coches ebrios por una esquina, ambos decidieron retomar el camino hacia el London Eye.

Pero, cuando llegaron junto a su base, Rayo sorprendió a Sally adelantándose con rapidez hacia el puente. Allí quedó el coche de carreras, sumido en un mar de dudas, mirando hacia el agua. Sally, tras meditarlo un momento, lo siguió con el motor encogido.

—Pe… Pegatinas —lo llamó. Él la miró con ternura y la joven se animó—. Oye, sabes que me tienes aquí para lo que necesites, aunque suene egoísta y yo no sea así —repitió, antes de añadir—. Solo quiero que estés bien. Y ayudarte a estar bien, ¿vale?

«Pero, si no quieres que esté aquí…»

No pudo terminar la frase en su mente. No lo hubiese soportado.

—Lo sé —repuso él, tras unos segundos que a Sally se le antojaron eternos, aliviándola—. ¿Sabes? Le he estado dando muchas vueltas, sobre todo desde el asunto del atentado de esta tarde. —Sally se estremeció sin quererlo y se pegó a él por instinto. Aunque no entendía qué había pasado, el solo hecho de contemplar la posibilidad de que su amor volase por los aires hacía que se interrumpiese todo impulso eléctrico en ella. Él la recibió con el cariño usual, dejando que sus costados se acoplaran perfectamente, antes de continuar—. Me he dado cuenta de que ninguno valoramos la vida en su justa medida. Ya ves, yo antes de conocerte solo era un niñato egocéntrico que pensaba única y exclusivamente en sí mismo, y aquí estoy hoy… Contigo… y feliz. Siempre has estado a mi lado y has creído en mí, hasta cuando ni siquiera yo lo hacía —Rayo se separó para mirar a los ojos a la máquina que amaba—. Pero creo que, después de estos años, hay algo que me haría aún más feliz… —Sally lo observaba, tierna y a la vez expectante, pero jamás hubiese esperado aquella pregunta—. Sally Carrera de Radiador Springs… ¿me harías el coche más feliz del mundo casándote conmigo?

La aludida no atinó a responder de buenas a primeras. Tras aquella declaración y la consecuente pregunta, su interior latía tan desbocado que estaba segura de que Rayo lo escucharía. Pero él solo esperaba una respuesta. Algo que la joven, tras unos segundos bloqueada, atinó a vocalizar:

—Sí… —consciente de lo que estaba sucediendo, sonrió y vio que él hacía lo mismo antes de que sus capós se unieran en un dulce beso—. ¡Sí!

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