Capítulo 11 — La feliz noticia
El aludido tensó la mandíbula ante aquella cuestión.
—No me suelen gustar las preguntas personales —lo previno—. ¿Es relevante?
Dana mostró media sonrisa extraña.
—Podría tener que ver con lo que le pasa a Elaine… —advirtió, haciendo que Ban se pusiera rígido.
—Dispara —replicó este, al cabo de un par de segundos.
El médico inspiró.
—Elaine y tú, como marido y mujer… —Ban contuvo una mueca burlona—. Ya sabes, ¿tenéis… relaciones de pareja?
Al principio, Ban pensó que le estaba tomando el pelo. Pero, al ver la seriedad que impregnaba el gesto de Dana, un extraño escalofrío recorrió su espina dorsal de punta a punta. Conteniendo un exabrupto, Ban optó por apoyarse con discreción sobre la mesa que tenía detrás y cruzar asimismo los brazos sobre el pecho.
—No sé hasta qué punto es asunto tuyo, doc.
Dana esbozó una mueca cargada de ironía.
—Si no lo fuera, yo no seguiría ejerciendo de médico y tú no habrías recurrido a mí, ¿verdad?
Ban lo contempló largamente, sopesando sus opciones. Algo en aquella conversación le empezaba a decir por dónde podían ir los tiros, pero no quería ilusionarse antes de tiempo. Humanos y hadas podían parecerse algo en lo físico; pero, más allá de eso… No obstante, no se sorprendió una pizca cuando se escuchó decir, en voz baja:
—Sí, tenemos.
Solo entonces, el rostro de Dana pareció relajarse y dar paso a una expresión mucho más confiada.
—Avisaré a mi ayudante y subiremos enseguida a echar un vistazo a Elaine. ¿De acuerdo?
Ban, aún sin saber qué pensar de todo aquello y algo escamado de que el doctor no le preguntase nada más, aparte de si se acostaba con su mujer, asintió y agradeció el gesto del médico antes de encaminarse de vuelta al dormitorio. Elaine lo había obedecido y se encontraba metida entre las sábanas, envuelta en su vestido de viaje. A Ban, sin quererlo, aquella estampa le recordó días más aciagos. Su mujer, al detectarlo, tendió una mano en su dirección y él la aceptó enseguida, sentándose acto seguido a su lado sobre el colchón. Dana y su ayudante apenas tardaron dos minutos más en aparecer.
—Hola, Elaine —saludó Dana con naturalidad, como si hablaran del tiempo y no de lo que podía pasarle a ella—. Me ha dicho Ban que te has levantado con náuseas. ¿Es cierto? —La joven asintió con cierta timidez—. ¿Te ha pasado más veces?
Ante aquella pregunta, se produjeron dos segundos de incómodo silencio antes de que Elaine, roja como un tomate, susurrara:
—Solo una vez, pero no le di importancia…
—¡Elaine…! —la regañó Ban, sin acritud, antes de encerrar los dedos de ella entre sus dos manos, ansioso.
Ella pareció enrojecer aún más.
«Lo siento, no quería preocuparte si no era nada», replicó en su mente.
Él suspiró, nada convencido; pero la voz de Dana los devolvió a la realidad de golpe cuando dijo:
—Mi ayudante y yo tenemos que hacer unas comprobaciones antes de determinar qué te ocurre, Elaine. ¿Podemos?
***
El hada, tras intercambiar una mirada rápida con Ban, asintió, conforme. Sin embargo, cuando la ayudante le pidió que se levantara el vestido, la joven enrojeció sin poder evitarlo; aunque sí que es cierto que ni Dana ni la ayudante hicieron ninguna mención a su falta de ropa interior. Al contrario, Dana se limitó a sentarse junto a ella y hacerle una serie de preguntas, siempre bajo la atenta mirada de Ban: ¿Elaine había notado algo extraño aparte de las náuseas y los mareos? ¿Cada cuánto? ¿Era la primera vez?
—No me duele —repuso Elaine cuando la ayudante le palpó el bajo vientre—. Aunque…
El hada se mordió el labio, insegura. Si decía lo que sentía en voz alta, la tomarían por loca, seguro.
—¿Aunque…? —la animó Dana—. Elaine, todo puede ser importante para saber qué te ocurre, ¿lo sabes?
Ante lo cual, la joven dudó aún un par de segundos más antes de susurrar:
—Percibo… Algo.
Ban inspiró con fuerza.
—Algo… ¿Cómo qué? —ahondó Dana, seguramente intuyendo lo mismo que todos los demás presentes.
Elaine tragó saliva.
—Es… No sé describirlo. Como… una conciencia… Como si algo estuviera…
Abrumada por la posibilidad que acababa de despertar en su mente, Elaine calló y miró a Ban con los ojos como platos. El cual, a su vez, la observaba con genuina sorpresa pintada en el rostro. Dana, por su parte, solo pudo sonreír con amplitud antes de anunciar, encantado:
—Bueno, pareja… Entonces me parece que tenemos una muy buena noticia que daros —Elaine fue la primera en ver lo que pasaba por la mente del médico y se echó las manos a la boca, incrédula. Ban alternó la vista entre ella y el médico, angustiado porque este último soltara por fin la confirmación de su mayor sueño… O no—. Elaine —Dana se giró entonces hacia el hada, sin dejar de sonreír con afabilidad—. Enhorabuena. Estás embarazada.
«Embarazada».
A pesar de verlo en la mente del doctor y, por otra parte, de haber albergado siempre una pequeña esperanza de que aquello podía pasar, Elaine se quedó tan en shock que solo la mano de Ban, al apoyarse sobre su muslo apenas tapado por la sábana, la devolvió a la realidad. Él miraba al vacío, también incrédulo, pero con la emoción claramente a flor de piel.
«Un hijo», pensaba él, de forma repetida.
Elaine tragó saliva. Desde luego, parecía increíble. ¿Cuántos casos de mestizos entre hadas y humanos se habrían dado en la historia? Mientras tanto, sin que ellos lo vieran, el doctor le hizo una señal confiada a su ayudante. Acto seguido, se giró de nuevo hacia los dos amantes y les anunció:
—Bueno, pareja. Os dejamos solos un instante. Mi ayudante subirá ahora con la prueba para hacer la confirmación definitiva. —Ante la mirada extrañada de Elaine, añadió—. Tranquila, es una mera comprobación de rutina y ni lo notarás. Te lo prometo.
El hada, aún tensa, asintió despacio y, después, clavó su mirada en Ban. Mientras el doctor y su ayudante desaparecían por la puerta, los dedos de ella se deslizaron hacia la mano de él, que permanecía apoyada sobre su pierna.
—Ban… —lo llamó, haciendo que él alzara la vista hacia ella.
Sin embargo, ninguno añadió nada más durante varios segundos. Al menos, hasta que Ban susurró, casi de forma inaudible:
—Pero… ¿Cómo es posible?
***
«Siempre hemos tenido cuidado, ¿verdad?», agregó en su mente, casi sintiéndose estúpido un segundo después.
¿Por qué se planteaba algo así? Se acababa de cumplir uno de sus mayores sueños, ¿o no?
***
Elaine, por su parte, suspiró, insegura. Sí que era cierto que, a pesar de la incertidumbre, los dos habían preferido aplicar los métodos estándar que usaba cualquier humano para prevenir embarazos y poder decidir cuándo querían dar el siguiente paso, si es que llegaba. ¿Sería que no habían sido lo bastante efectivos?
—Yo tampoco estaba segura de que esto pudiera pasar… —confesó con suavidad.
***
Ban soltó un bufido incrédulo, pero sin asomo de enfado.
—Ya. Ni yo…
Acto seguido, como si fuera un reflejo, las miradas estupefactas de ambos se alzaron y cruzaron al tiempo, antes de sonreír casi en canon: primero fue la comisura izquierda del labio de Elaine la que se levantó, después Ban hizo lo mismo; hasta que ambos estuvieron riendo como dos idiotas y Ban se lanzó a abrazarla, sin miramientos.
—Oh, Elaine… —suspiró entonces sobre su pelo, conteniendo las lágrimas de emoción a duras penas—. Elaine…
***
Ella refugió el rostro en el hueco de su hombro, sin contener por más tiempo el llanto de felicidad que tenía atascado en la garganta, casi desde que les habían dado la noticia.
—Ban… —sollozó, eufórica—. Vamos a… A…
Él se separó sin dejar de sonreír y le tomó el rostro.
—Sí, Elaine. Vamos a tener un hijo —resopló, claramente incrédulo—. Joder, no pensé que sentaría tan bien decirlo en voz alta…
El hada rio casi en un jadeo, tratando de recuperar la lucidez sin conseguirlo del todo. Era como un sueño realidad.
—Pero… Entonces… —agregó, tocándose el vientre aún plano como por instinto—. ¿Qué tengo que hacer ahora? Me refiero… —Ante la ceja interrogante de Ban, la joven enrojeció y se pasó el pelo por detrás de las orejas—. No tengo demasiada experiencia en cómo los humanos tienen hijos, la verdad…
Ban sacudió la cabeza sin perder la mueca entre divertida y feliz.
—Bueno, tú ahora no te preocupes por eso —le indicó, tomando su barbilla con un dedo—. Ahora, lo más importante es que te cuides y estés bien. Y lo que vaya llegando… Ya lo veremos. Es posible que crezca como un bebé humano… O que terminemos criándolo como un bebé hada… —Ban sonrió a medias de nuevo—. Pero sea lo que sea lo afrontaremos juntos. ¿Vale?
Elaine lo imitó, volviendo a tocarse el vientre y observándose con curiosidad.
—Vale —aceptó.
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, la puerta se abrió de nuevo y la ayudante de Dana entró con un extraño aparato en las manos. Al verlo, Elaine se tensó; pero cuando Ban cambió de posición y le pasó un brazo sobre los hombros, viendo la joven en su corazón que ella no tenía nada de qué preocuparse, Elaine se relajó y decidió obedecer las instrucciones de la ayudante. El procedimiento de “confirmación”, como Dana le había dicho, no fue molesto –no demasiado, al menos– y, enseguida, Elaine y Ban recibieron la verificación de que, en efecto, su mayor sueño se acababa de convertir en realidad.
—Ahora lo más importante es que Elaine descanse, al menos hasta que decidáis partir… —indicó la ayudante con afabilidad—. Cuando os vayáis a marchar, te daré algunas indicaciones para los próximos días y meses, ¿de acuerdo?
«¿Meses?», pensó Elaine, algo aterrada.
¿Cuánto duraba un embarazo humano? Pero el brazo de Ban se ciñó con más intensidad sobre su espalda en ese instante, diluyendo casi en el acto cualquier preocupación. Así, el hada se sorprendió asintiendo con una sonrisa confiada mientras la ayudante se retiraba de la habitación. Acto seguido, los dos amantes se volvieron a mirar, riendo casi de inmediato como dos idiotas. Al tiempo, la mano de Ban se deslizó sobre el vientre de Elaine y sus labios buscaron sin violencia los de ella, poseyéndolos durante dos minutos que duraron demasiado poco.
—¿Estás contento, Ban? —preguntó Elaine cuando se separaron, aunque su visión interior pudiese ver sin problema que el corazón de él estaba a punto de estallar.
Como debió suponer, él arqueó una ceja sardónica.
—Vaya, vaya… ¿Acaso no puedes verlo, señorita?
Elaine enrojeció y bajó el rostro, pillada en falso.
—Bueno, sí… Pero estoy tan emocionada que todo lo que percibo me parece un sueño. Así que…
Ban entonces rio y la abrazó con más fuerza, antes de depositar un beso tierno sobre su pelo.
—No estoy contento, Elaine. ¡Estoy encantado! —confesó entonces, para alegría de ella—. Esto es… como un sueño hecho realidad. Quiero tener este hijo contigo, no te haces una idea de cuánto…
Ella se recostó contra su pecho.
—Yo también, Ban. No puedo esperar a tenerlo entre mis brazos.
Ban sonrió y volvió a alzarle el rostro con un dedo.
—Lo haremos, mi amor. Y yo estaré contigo todo el tiempo. Pase lo que pase —prometió con dulzura.
—Lo sé —murmuró ella, antes de volver a besarlo durante otro largo minuto—. Te quiero, Ban.
El aludido frotó su nariz con la de ella.
—Y yo a ti, Elaine. Te juro —agregó, al tocarle la barriga aún sin abultar— que pienso protegeros a ambos con mi vida. Ese es mi objetivo a partir de ahora.
Ella, por su lado, al escuchar aquella declaración tan sincera y recordando, sin querer, la primera vez que le preguntó cuál era su misión en la vida, sonrió, conmovida, antes de anunciar:
—Pues ya somos dos… ¿No crees?
Maldición, creo recordar que me emocione en esta parte. Es que ya, siempre lo del embarazo se afronta en las historias como que uno debe si o si alejarse del shock o lo que sea. Pero aquí Ban y Elaine lo afrontaron juntos y seguros, claro con sus miedos iniciales, pero estando juntos y eso es lo que importa realmente.
Me gustaLe gusta a 1 persona
😊 Me alegra que te haya gustado! Confieso que es lo que tu dices, preferí mostrarlo de forma natural aunque fuese una posible sorpresa, pero teniendo ambos la firme intención de sacarlo adelante y seguir juntos en todo ❤️ gracias como siempre por tus comments! 💕💕💕
Me gustaMe gusta