Madmartigan y Sorsha: el antes y el después
Capítulo 1 – Después de la tormenta siempre llega la calma
La puerta chirrió ligeramente cuando Sorsha la empujó, ayudada por Madmartigan. El apuesto guerrero se había negado a dejarla después de reencontrarse en el siniestro torreón donde su madre había estado a punto de ejecutar a Elora… O algo peor.
La joven suspiró para sus adentros a la vez que cruzaba el umbral de la sala del trono. Prefería haber estado sola en aquel momento. No porque Madmartigan fuese mala compañía, más bien al contrario. No. Simplemente, necesitaba llorar a solas la pérdida de su madre. Cierto que Bavmorda había sido una reina cruel que coqueteaba con la magia negra y no respetaba nada ni a nadie, solo a sí misma. Pero Sorsha, a pesar de que la poderosa reina ni siquiera había derramado una lágrima cuando supo que su hija se negaba a obedecerla más, tratando inmediatamente después de asesinarla, no podía dejar de pensar en que la que se había consumido en su propio hechizo, desapareciendo así de su vida… era aquella que la había traído al mundo.
Sorsha apretó los dientes, tratando de olvidar aquella escena. Ahora, Bavmorda estaba quién sabía dónde – probablemente, vagando por la treceava noche, allí donde había querido desterrar a la pequeña Elora Danan – pero, entre aquellos muros, la vida tenía que seguir; y eso la incluía a ella. Siendo prácticos, Nockmaar seguía siendo un bastión impenetrable, erigido hacía eones en aquella piedra oscura que provocaba escalofríos solo con posar la vista en las murallas. Pero Sorsha había vivido suficiente tiempo en aquel lugar como para no temerlo y, por el contrario, considerarlo una buena opción para reformarlo y convertirlo en un espléndido fortín.
De reojo, observó como Madmartigan avanzaba a un metro escaso de ella, mirando a su alrededor con un ligero temor rielando en sus ojos azules. Sorsha trató de reprimir una sonrisa divertida. Por muy grande y fuerte que fuese su amado, seguía siendo un hombre mortal, capaz de asustarse ante la oscuridad y lo desconocido.
En cuanto terminó de avanzar por el ancho puente de piedra, flanqueado por dos inmensos pozos cuya profundidad llegaba hasta las mazmorras, la joven puso el pie en el primer escalón y miró a su alrededor con cautela. El estrado de piedra que albergaba el oscuro trono de Bavmorda parecía vacío y, sin embargo…
El grito de Madmartigan, advirtiéndola, llegó una centésima antes de que una sombra cayese sobre ella, con la espada por delante. Sorsha alzó de inmediato su sable dentado, adoptando una postura defensiva. Sin embargo, la fuerza de la embestida hizo que sus pies resbalaran ligeramente sobre el escalón y que la joven se viese obligada a saltar hacia atrás. En ese instante, Madmartigan se adelantó enarbolando su propia espada y obligó al enemigo a retroceder. Pero entonces dos soldados más vestidos de negro aparecieron desde detrás de un pendón de color rojo sangre, corriendo hacia ellos y gritando con las armas en alto. Por lo visto, algunos oficiales de la difunta reina se habían refugiado en la sala del trono, esperando huir de los invasores. Sin embargo, ahora que tenían la oportunidad de vengar a su señora, estaba claro que no iban a desaprovecharla.
Tras cruzar una mirada de entendimiento, la pareja optó por separarse y situarse espalda con espalda, a la vez que los tres enemigos llegaban a su posición.
Sorsha se lanzó con un grito hacia el primer atacante, que detuvo sus golpes a la vez que trataba de alcanzarla por los flancos. La muchacha avanzaba y retrocedía con la agilidad adquirida durante todos aquellos años al frente de la guardia de su madre; por ello, en el momento en que giró para esquivar una estocada que volaba directa a su vientre, continuó el movimiento con una patada lateral que pilló desprevenido a su contrincante, golpeándolo directamente bajo la barbilla. Este cayó de espaldas sobre el borde del pozo, y Sorsha aprovechó a rematarlo antes de empujarlo sin otro miramiento hacia las profundidades.
De inmediato se volvió, buscando a Madmartigan con la mirada. Por un segundo, había vuelto a la realidad y temido que él hubiese resultado herido, ya que tenía el doble de enemigos que ella. Pero se tranquilizó al ver que ya solo quedaba un soldado nockmaar en pie al que, unos segundos después, el guerrero de cabello oscuro empujó al otro pozo.
Sorsha corrió de inmediato hacia él. Madmartigan se volvió a tiempo para recibirla entre sus brazos y devolverle un apasionado beso.
– Por qué poco… – musitó él cuando se separaron, claramente aliviado -. Cuando vi a ese soldado lanzarse sobre ti…
Sorsha enarcó una ceja burlona.
– ¿Pensaste que podría conmigo? – se rio -. Como si no me conocieras…
Él, lejos de ofenderse por la reprimenda, sonrió ampliamente.
– Siempre que te veo pelear tengo en mente cierta patada en la cara que me diste cuando nos conocimos – susurró con sarcasmo junto a su oído -, así que creo que no albergo dudas sobre tus capacidades de lucha…
Sus labios se posaron con cierta ansiedad sobre los suyos, buscando su lengua con insistencia. Sorsha, rendida, le devolvió el beso con la misma pasión, arrojando el arma al suelo sin pensar. Pero el sonido de las bisagras al abrirse la puerta del salón, así como un ligero carraspeo poco amistoso, los obligó a separarse y volverse hacia la fuente de aquel sonido. Y Sorsha no pudo evitar tragar saliva con fuerza.