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#FanficThursday: Step Up (Capítulo 38)

The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)

Capítulo 38 – ¿Lo estás? Lo estoy (Las Vegas)

La brisa de la azotea es un dulce consuelo para mi mente atormentada. Por suerte, la ceremonia ha ido como tenía que ir y tanto Sean como Andie se han dado el «sí, quiero» como era de esperar. Pero el hecho de que tanto la novia como yo tuviésemos la sombra presente de nuestros respectivos ex revoloteando por el hotel, debo admitir que ha conseguido enturbiar un poco el ambiente festivo. Y la cosa ha sido peor cuando me he cruzado con Sophie «casualmente» en el hall del Caesar’s y ha querido hablar conmigo.

Yo estaba deseando largarme de allí pero, por lo visto, Miss Triple Amenaza, aquella que me largó en su día como a un perro apaleado porque aspiraba a algo más –lo cual, para mi dolor a pesar de los años, ha resultado ser de nuevo el «gran» Chase Collins, de alta estirpe dentro del mundo de la danza– quería darme una explicación o, al menos, que enterrásemos el hacha de guerra.

Debo reconocer que me sorprendió su actitud, aunque en el fondo seguía dolido con ella. Tras nuestra ruptura, ni siquiera cruzándose conmigo por los pasillos de la escuela en alguna visita ocasional me había vuelto a mirar dos veces. Pero ahora, por lo visto, tras haber pasado por compañías y musicales diversos, es una cantante camino del estrellato y va a estrenar su primer disco en solitario justamente en el Caesar’s Palace.

Cuando me preguntó por mi matrimonio, confieso que casi me echo a reír por no llorar. ¿En serio le importaba? Pero, educadamente, correspondí a sus preguntas y no pude evitar dejar caer que mi cuñado era Tyler Gage. Negaré haber dicho esto, pero sentí un maligno placer cuándo la vi palidecer ante la mención de la estrella del Street Dance, salida igual que todos nosotros de la MSA de Baltimore.

Sin preguntarle, no obstante, me contó que ella había vuelto a coincidir con Chase hacía un par de años en una compañía y que, bueno, una cosa llevó a la otra y… «Ya, claro», pensaba yo mientras tanto con acidez. «Pero Andie se tuvo que llevar la peor parte y nunca supo quién había sido su sustituta… De nuevo» Para mi sorpresa, Sophie parecía arrepentida, pero yo necesitaba respirar aire fresco cuanto antes. Así pues, tras despedirme todo lo educadamente que fui capaz, me subí corriendo al ascensor y pulsé el botón de la azotea sin apenas pensar.

Una mano en la espalda me sorprende ahora, inmerso como ando en mis amargas reflexiones. Pero me tranquilizo y respiro aliviado en cuanto compruebo que es Camille. Ella me abraza y me besa despacio, como si hiciese una eternidad que no unimos nuestros labios y quisiera aprendérselos de memoria. Yo la imito durante varios minutos antes de que ambos necesitemos separarnos para recuperar el aliento.

–Te he visto hablando con Sophie –confiesa entonces, haciendo que me tense. Pero su actitud está muy lejos del enfado. Más bien, parece preocupada–. ¿Cómo estás?

Yo tuerzo el morro, sin saber qué contestar.

–Bueno –resoplo al cabo de un rato–. Podría haber sido mucho peor, la verdad…

Camille muestra media sonrisa comprensiva y se abraza de nuevo a mí mientras su mirada se pierde en el desierto que cubre el horizonte de Las Vegas. Sin quererlo, en ese instante noto que su cuerpo tiembla y la rodeo con los brazos.

–¿Tienes frío? –le digo, quitándome la chaqueta de inmediato para pasársela por los hombros–. Aquí arriba, parece que no, pero corre el aire… –comento, tratando de olvidar la amarga escena con Sophie.

Pero Camille, aunque acepta la americana, menea la cabeza de una forma que no soy capaz de reconocer, y me inquieto de nuevo.

–No es frío exactamente lo tengo –admite entonces, para mi total confusión, con media sonrisita cargada de misterio.

Como un acto instintivo subo la mano hacia su frente, temiendo que la fiebre haya hecho finalmente acto de presencia y termine de postrarla del todo en cama.

–¿Te encuentras mal todavía? –pregunto, ligeramente angustiado por ella.

Si es así, me la llevo a casa volando si es necesario. No quiero que ande sufriendo aunque tengamos una celebración casi «en familia». Aparte de Tyler, Nora y mis abuelos –que casi han ejercido de maestros de ceremonias y a los que tanto Sean como Andie aprecian muchísimo– todos nuestros amigos de la MSA han venido, como en nuestra boda. Todo el equipo que compitió en Las Calles… «incluido Chase, que ni siquiera estaba invitado», pienso con ironía–. Pero no quiero que Camille se fuerce si no se encuentra como debe.

Pero, para mi mayor sorpresa, ella sonríe y me rodea la cintura con los brazos.

–Digamos que el… malestar de estos días no era precisamente un virus… –deja caer enigmáticamente, al tiempo que enarca una ceja elocuente.

Y yo, tras poner cara de póker y sin entender muy bien por dónde van los tiros, de repente empiezo a comprender qué me está queriendo decir y mi cara se descompone en un milisegundo con una mezcla de sorpresa e inmensa alegría.

–¿Estás…? –me atrevo a preguntar, notando cómo la voz me tiembla a causa de la emoción y sin querer creerlo todavía.

Cuando ella asiente lentamente y sonriendo a su vez, no obstante, me siento la persona más afortunada del planeta. No es que me pille de sorpresa puesto que, desde que nos casamos, asumimos que era algo que podía llegar en cualquier momento y estábamos decididos a enfrentarlo; pero, de un plumazo, olvido a Chase, a Sophie y casi que estamos todavía en medio de la boda de Sean y Andie. Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras abrazo a Camille y entierro el rostro en su pelo, al borde del llanto. Pero son lágrimas de felicidad, como las que ella derrama suavemente sobre mi camisa.

Está embarazada. Vamos a tener un hijo. Somos muy jóvenes, sí. Y nuestro trabajo actual se basa en el ejercicio físico y es posible que eso suponga un problema futuro para Camille mientras está encinta, pero, ¿quién dijo que la vida para ser maravillosa tenía que ser fácil?

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