The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)
Capítulo 25 – Convivencia (Los Ángeles)
Decidido: el apartamento parece un campo de batalla. Cierto que no es muy grande de por sí, aunque tiene una cocina americana, un mirador y una habitación de unos siete metros cuadrados –cálculo a ojo de ingeniero, que lo sepáis– donde se ubica una cama no del todo incómoda. Sí, aunque Camille me miró fatal el día que vinimos a verlo –anteayer, en realidad–, me senté en el borde del colchón para comprobar su consistencia. Porque, ¿acaso no he aprendido estos años lo importante que eran estas cosas? Bueno, no, realmente mi ingeniería no tenía nada que ver con eso. Pero en el caso del baile, sé que un buen descanso es primordial para mantener el cuerpo en marcha y sin contracturas indeseadas.
Cuando salgo del dormitorio, justo a mi derecha me encuentro una pila enorme de cajas de cartón y no me doy con ellas de milagro. Aunque he de decir que ese es el aspecto general de toda la casa, parece que hemos montado una barricada frente a algún tipo de ataque invisible e incierto. Pero, ¿qué puede suceder en una ciudad como Los Angeles y en un barrio tranquilo como este?
Despacio y sorteando algunos trastos, me acerco al mirador. Allá a lo lejos, sobre la colina, se ven las letras iluminadas de «Hollywood». Es curioso, estar tan cerca de todas esas estrellas fulgurantes del cine y a la vez, tan lejos… Sé que jamás llegaré a ser como ellos, pero tampoco es que lo pretenda. Diréis que soy simple, pero lo cierto es que me conformaría con mi vida en este instante si no variase nunca: tengo una novia a la que quiero con locura, un trabajo, un apartamento y la tranquilidad de sentir que todo está saliendo como debe. O al menos, eso creo.
En ese momento escucho la puerta del apartamento abrirse y me giro hacia el pasillo, aunque no avanzo sino que me siento sobre el borde del mirador. Aquí, en la casi penumbra, Camille no me verá, pero esa es la gracia. Solo espero que no se lleve un susto de muerte…
–¿Hola? –pregunta su vocecita de mezzo-soprano, sin asomarse aún–. ¿Moose?
¿Lo habrá visto? ¿Se olerá la sorpresa? Por un momento, casi estoy tentado de salir de mi improvisado camuflaje y lanzarme al pasillo para abrazarla, porque es lo que me pide el cuerpo. Pero no, no puedo hacerlo o lo echaré todo a perder. «Maldita sea, Moose, contrólate».
Un microsegundo después, sin embargo, escucho su gemido ahogado y a la tenue luz de las velas, veo cómo se echa las manos a la boca, sin poder creerlo. Justo la reacción que yo buscaba. Satisfecho, sonrío y me levanto, ahora sí, dando un par de pasos en su dirección y apoyándome en una pila de cajas.
–¿Te gusta?
Camille, por un instante, no reacciona, de tan sorprendida como está. Pero cuando levanta la cabeza y me mira, con los ojos brillantes de emoción, tengo que contenerme para no alcanzarla de dos zancadas y llevármela en brazos a la habitación. Está tan guapa que corta la respiración y me hace desearla como nunca.
Cuando asiente, siento que mi felicidad es completa y absoluta. Mientras se acerca a la mesita improvisada en el centro del salón, donde hay comida para llevar, un pastelito y velas, la sigo en silencio y le paso los brazos por la cintura antes de susurrar en su oído:
–Feliz inauguración de apartamento.
El primero, espero, de toda una vida plagada de ellos…
Junto a Camille.