¡Hola a todos una semana más!
Lo sé: hace mucho que no caía una de estas. Y la verdad es que la hago con todo el dolor de mi corazón porque me parece que hubiese dado mucho más juego si hubiese tirado de otra manera.
Lidia Aguilar a simple vista podría parecer una telefonista más. Se mete en algún que otro lío y parece haber captado la atención del hijo del dueño de la compañía; pero, por lo demás, nadie sospecharía que tras esa cara bonita se esconde mucho más. Un pasado turbulento, un amor de adolescencia perdido por un malentendido y una necesidad -evidente, aunque o reconocida por ella misma- de pertenecer a un grupo, de llevar una vida normal… y ser feliz de verdad.
- Primer punto: ambientación.
Dentro de que va a ser una crítica un poco negativa, vamos a empezar por uno de los puntos mejor llevados. El «contexto histórico». Monarquía de Alfonso XIII, comienzo de algunos movimientos anarquistas en la capital, comienzos de la comunicación telefónica… En ese sentido, la serie tiene cuidado, a mi modo de ver. Punto a favor.
- Segundo: la música.
Lo llevo criticando desde la primera temporada, primer punto negativo. Es decir, me parece bien que quieran acercar este tipo de ficciones a los más jóvenes, digamos. Pero, de ahí a sacar una escena de fiesta o cabaret y que la música sea… ¿TECNO? What? ¿De qué estamos hablando? En serio os digo que yo cada vez que veía una escena de esas sentía chirriar todos mis engranajes -y mirad que la histórica, por general, se me da mal. No es mi género a la hora de crear-. Solo por decir: «coherencia, please«. Pues nada, no había manera y así se quedó.
- Tercero: la trama.
Sí… Pero no. Me explico. Muchos, entre los que me incluyo, pensamos al verla por primera vez, primerísimo capítulo: «jope. Netflix. Dinero. Producción de calidad». Muchos quizá veníamos con la miel de lo que Javier Olivares había logrado en «El Ministerio del Tiempo» (serie de la que también intentaré hablar en algún momento en el blog, no he encontrado el enfoque adecuado todavía :P); y eso, antes de que la comprara Netflix. De repente, las tramas «de barrio» eternas de la ficción española de la televisión empezaban a cambiar. El cine ya había hecho algún pinito, pero es un sector totalmente diferente en el que ahora no voy a entrar. La cosa es que yo, al menos, esperaba… ¿otra cosa? Pues tampoco.
Seguimos anclados en los clichés eternos que llevamos viendo en nuestra ficción televisiva -o yo al menos- desde «A las 11 en casa», «Ana y los 7», «Compañeros» o «El internado» -de donde, por cierto, salen muchos de los actores de esta serie-. Llega un momento en que todo es predecible (o que alguien me diga que la trama de los gemelos y Marga en la tercera temporada no se veía venir desde que apareció Julio).
Por mucho que queramos distanciarnos y pensar que nosotros no, seguimos abusando de la trama de super-drama propia de una telenovela latinoamericana que de líneas argumentales que realmente puedan sorprender. Evidentemente, habrá cosas que no se puedan evitar según la historia que contemos… Pero es que esta serie es una detrás de la otra. Y sobre todo si hablamos de triángulos amorosos -cosa que yo, a nivel personal, no aguanto más tiempo del debido. Bastante tuve con las novelas de Crepúsculo (Stephenie Meyer) y Memorias de Idhún (Laura Gallego) en mi adolescencia…
- Cuarto: las reivindicaciones femeninas.
Acorde a la época y considerando que la mayoría del reparto protagonista son mujeres, me parece chapó que se incluyan esta clase de cosas. Ahora bien, me hubiese gustado más que no pareciesen metidas con calzador en las escenas correspondientes. Es decir, me decepcionó un poco que fuesen cosas que se veían a kilómetros que iban a llegar, fuera el momento adecuado o no. Me parece que se llevan con muy poca naturalidad en el conjunto de la trama, no sé… Hay algo que no me ha convencido. De forma, que no de contenido, ojo. Los mensajes creo que eran los propios.
- Quinto: la interpretación.
Para acabar la reseña, aquí tenemos de todo. Desde Blanca Suárez, Yon González y -mi favorito- Nico Romero (su actuación de los gemelos Julio y Pablo es BRUTAL, con mayúsculas) o incluso Ana Polvorosa -que a ver con esta serie quién la asocia a la hija choni de «Aída»-, que creo que lo hacen muy, MUY bien, pasando por los intermedios (que son muchos y conocidos: Tina Sáinz, Kiti Mánver, Luisa Gavasa, Ernesto Alterio, Ángela Cremonte… No sé, hay demasiados grandes de la actuación en España que te vuelven a dejar con la boca abierta) hasta los más flojitos: Nadia de Santiago, que no la cambian de su papel habitual de «pobrecita» aunque quiera disimularlo; Martín Rivas, que a pesar del esfuerzo no termina de despegar en su actuación y se queda en el registro modo «Internado» o Concha Velasco, que a esta sí la saco del plantel de veteranos porque, honestamente, no sé si es que no soportaba al personaje o es que me parecía igual que el de «Herederos». Tal cual.
En definitiva, creo que es una serie que en tres temporadas ha tenido tiempo de sobra para despegar con creces y no lo ha hecho, se ha estancado en la novela rosa barata con toques de reivindicación feminista. Le doy un 2/5 y no creo que vea la cuarta temporada. Lo siento.
¡Nos vemos en la próxima!
2 respuestas a “Series que se quedan en el camino: «Las chicas del cable»”