The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)
Capítulo 3 – No te vayas (Baltimore)
Siete años más tarde…
Para Nikki
Camille:
El cielo está nublado. Casi diría que de un momento a otro se va a poner a llover y, sin quererlo, pienso que el clima acompaña a mi ánimo. Despacio, paseo la vista por mi casa, la estrecha vivienda de dos pisos en la que he habitado desde que alcanza mi memoria. Mi padre biológico lleva tantos años en la cárcel que apenas recuerdo su cara ya. Y mi madre… Bueno, en algún momento decidió que no podía hacerse cargo de mí. Suerte que mi madre de acogida, a la que siempre consideraré mi madre verdadera, se ha portado siempre bien conmigo. No como él.
Tiemblo al ver la silueta de Bill pasar por delante de la ventana del salón, como un fantasma. No va a salir a despedirse, por supuesto. Todavía tiene el orgullo herido de cuando Tyler se interpuso entre Nora y sus manazas de pervertido, puñetazo en el ojo aparte. Y aunque fue hace meses, no pueden ni verse sin que el ambiente se vuelva tenso como la cuerda de un violín. «Mejor así», opino mentalmente, apartando la vista con asco. Ese hombre es el mal en estado puro…
Pero cuando me giro, dispuesta a ver si puedo ayudar a Tyler en algo –cargando el coche o lo que sea con tal de olvidar a Bill– veo una figura delgada como un palillo corriendo hacia mí. Y mi boca se abre de par en par en un grito de alegría.
–¡Moose! ¡Has venido!
Moose:
Me van a estallar los pulmones, pero eso me pasa por atontado. Sin querer, casi olvido que hoy era el día. Camille se va a Nueva York y un dolor indefinido se ha enroscado alrededor de mi pecho y no quiere soltarlo. Ha sido mi mejor amiga desde que llegó al colegio en tercero y tuve que rescatarla de unos cuantos compañeros con malas intenciones. A mi corta edad, creo que no he querido a nadie tanto siendo de fuera de mi familia. Y me preocupa, ¿qué voy a hacer sin ella este año que viene? ¿Y después? ¿Volverá a Baltimore?
Con todo eso dando vueltas en mi cabeza como si se tratase de una lavadora centrifugando, salgo de mi casa corriendo y mirando el reloj. Me quedan diez minutos para llegar allí y verla por última vez. Por suerte, cuando por fin doblo la esquina, todavía les veo cargando el coche y despidiéndose unos de otros. Han venido los dos, Tyler y Nora, por lo que reconozco que me da un poco de corte acercarme. Al fin y al cabo, son dos leyendas del baile en la MSA, la escuela de artes de la ciudad. A mí me gustaría bailar, lo admito. Pero no creo que consiga entrar en ese centro de élite ni aunque me lo proponga mil veces.
En cuanto la oigo gritar mi nombre y la veo sonreír, freno un poco, procuro respirar hondo y dejo que mis pasos sean un simple trote. Estoy agotado, pero ha merecido la pena.
–¿Creías que ibas a escaparte de mí? –bromeo cuando consigo recuperar un poco el aliento.
Ella, sin contestar, se acerca para abrazarme, lo que me pilla por sorpresa y más delante de su familia. Pero al cabo de un segundo pienso: «bah, qué más dará. Somos amigos de siempre, es normal». Además, me muero por devolvérselo, así que la rodeo enseguida con los brazos y agacho la cabeza junto a su pelo. Solo entonces me doy cuenta de que su cuerpo se sacude. Está llorando.
–Voy a echarte mucho de menos… –susurra en el hueco de mi hombro.
Y yo, como un hombre, tengo que hacer un esfuerzo soberano por no llorar también. Pero tal y como suponía, no lo consigo del todo.
–¿De verdad tienes que irte? –murmuro entonces.
Sé que no tenía que haberlo dicho, y me maldigo por imbécil. Es su vida, no puedo cortarle las alas. Además, va a poder hacer lo que yo siempre quise: bailar, y aprender con los mejores. Sin embargo, Camille no parece preocupada por mi comentario sino que, con una sonrisa que parece resignada y triste a la vez, levanta los ojos para mirarme.
–Sí –musita en voz baja, conteniendo las lágrimas–. Gracias por venir –dice a continuación–. No hubiese soportado no despedirme de ti.
Emocionado, le cojo las manos casi sin pensarlo.
–Yo tampoco –noto las lágrimas caer todavía por mis mejillas, pero no me importa. Ahora mismo, es como si solo existiésemos ella y yo–. Volveremos a vernos, ¿verdad?
Ella traga saliva, y me preparo para un no.
–Eso espero –responde al final.
Y yo no estoy seguro de que mi corazón no se haya partido ligeramente. Porque eso no es un «sí», no es una seguridad. En ese instante, Nora llama a Camille para que suba al coche y ella, tras asentir con la cabeza, hace algo que no espero. Me da un beso en la mejilla antes de girarse para enfilar hacia el coche. Y yo me quedo ahí, parado en la acera, pensando en gritarle la única cosa que sé que podría haber echado al traste nuestra relación desde que nos conocemos. Pero es algo que, lo quiera o no, siendo y me parte el alma.
Probablemente, lo más útil será pasar página y olvidar que amo, o amaba, a Camille Gage con toda la fuerza de mi ser.