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#FanficThursday: Promesas, lealtad y tentación – Capítulo 5 (One Piece)

Un reencuentro anticipado (Wano II)

ZoNa One Piece a X: "Zoro Nami Film Red #onepiece #ゾロナミ #zoroxnami  #zoronami #zonami https://t.co/D6vNKms0td" / X

Aquella noche Zoro cerró los ojos y se concentró en sentir el mango de Enma entre los dedos, sólo acompañado por la suave melodía de la brisa entre el bambú. En la oscuridad y en silencio, inhaló y ejecutó de nuevo la misma serie de movimientos de la última hora. La hoja silbó entre las finas hojas y los elásticos troncos, cortándolos como si fueran láminas de papel al viento antes de caer a su alrededor con un sonido hueco. Zoro sonrió y abrió su único ojo bueno, satisfecho.

—Esta vez ha sido casi impecable —se felicitó, mirando a Enma con aprobación—. Buen trabajo, chica.

Sin embargo, una súbita tensión se adueñó de su cuerpo un instante después cuando percibió un movimiento sutil en la linde del bosque, apenas por el rabillo del ojo. Zoro se mantuvo alerta unos segundos, escuchando, hasta que descubrió de quién se trataba y enfundó a Enma con un suspiro.

—Hola, Nami —saludó.

No pareció sorprendida de que supiera que era ella.

—¿No deberías dormir? —preguntó la navegante, con los brazos cruzados.

—Podría decirte lo mismo. ¿Qué haces aquí? —quiso saber él.

Nami frunció el ceño en la penumbra.

—Tú siempre haciéndote el duro —lo acusó, altiva—. Y no es asunto tuyo.

Zoro bufó y sacudió la cabeza, más molesto si cabía por la interrupción de su entrenamiento.

—Como quieras. Tenemos una batalla importante por delante, así que no pienso bajar la guardia. Si me lo permites, necesito entrenar.

Decidido a ignorarla, se dio la vuelta, pero su siguiente insulto le hizo frenar en seco.

—Eres incorregible.

Zoro cerró su ojo bueno, apretó los párpados, contó hasta cinco, inhaló despacio por la nariz y la encaró apenas por el rabillo del ojo.

—¿Tienes algo más que decirme, Nami? —susurró.

La joven, por su parte, no pareció darse por aludida por la leve advertencia filtrada en su tono y simplemente cambió el peso de un pie a otro, sin moverse del sitio.

—No sé de qué me hablas —afirmó, aunque su voz sonaba menos sólida que antes—. Solo he venido a decirte que deberías dormir de una vez.

Zoro soltó una risita sin poder evitarlo, divertido por el teatro de Nami: intentando mostrarse fuerte, pero dejando clara su vulnerabilidad para quien supiera ver más allá. Rendido a dar por terminado el entrenamiento, al menos por un rato, Zoro colocó sus espadas junto a la cadera y se acercó a la joven.

—Está bien, Nami. No quiero jugar a las adivinanzas —anunció, conciliador—. ¿Qué quieres de verdad?

La joven frunció los labios en la suave penumbra del bosque y apartó la vista. Sin verlo bien, Zoro estaba seguro de que se había ruborizado.

—Yo… Nada —tartamudeó ella entonces, bajando la voz—. Solo quería verte a solas un rato antes de la batalla, pero veo que te da igual.

El joven suspiró.

—Tampoco me gustan las mujeres caprichosas —le dijo sin violencia.

—Ni a mí los engreídos, pero no sé por qué sigo preocupándome por ti —le espetó Nami, como siempre.

Zoro ladeó la cabeza y cruzó los brazos.

—No podemos evitarlo, ¿eh?

Para su sorpresa, el ceño de Nami se pronunció mientras lo miraba de reojo.

—Tú dirás.

Zoro enarcó una ceja, intrigado.

—¿Qué quieres decir? —preguntó.

—No sé, eres tú el que me rechazó en Zou, y el otro día junto al acantilado —enumeró Nami, visiblemente irritada—, y el que ha dormido recientemente con otra mujer… Así que parece que «tú» no tienes problema en evitarlo, idiota.

Zoro suspiró para sus adentros, sin sorprenderse por aquel nuevo arrebato. En el fondo, le gustaba el carácter cabezota de Nami y la conocía lo suficiente como para empezar a leer entre líneas lo que realmente quería decir cuando decía esas cosas. Quizá por eso, a pesar del riesgo, decidió acercarse despacio a ella. En honor a la verdad, la noche que durmió con Hiyori, al despertarse, una parte de él soñaba con que se tratase de Nami. Incluso si trataba de convencerse a cada momento de que ambos estaban jugando con fuego, cada vez que se les ocurría siquiera insinuar la posibilidad de acostarse, a Zoro le resultaba más difícil mantener su integridad a raya y no anticipar el momento con ansiedad.

Aun así, al contemplar su perfil encarando el poblado bajo la luna, con los brazos cruzados como si realmente estuviera enfadada con él, pero con un ligero temblor en la pierna que denotaba nerviosismo, el guerrero decidió no demorar más lo que llevaba semanas deseando volver a hacer. Aprovechando que su cabeza estaba girada hacia Amigasa, pasó un brazo despacio por su cintura y, cuando ella se giró con curiosidad, la besó antes de que pudiera reaccionar.

Para su sorpresa —o no tanto—, el cuerpo de ella se dejó caer en su abrazo enseguida, mientras una mano ansiosa se deslizaba por su pecho todavía desnudo hacia su nuca. Sin embargo, Zoro se apartó por impulso cuando ella empezó a introducir la lengua en su boca, buscando más de lo que su pudor les permitía en ese momento. Como esperaba, ella puso cara de pena al notarlo, pero Zoro trató de ignorar todas las señales que su cuerpo le enviaba y se irguió despacio para apartarse y mirarla a la cara con la mayor estoicidad posible.

—No es el momento para más, Nami —le indicó con suavidad, tratando de convencerse también a sí mismo de que era lo correcto.

Para su intriga, Nami esta vez no se enfadó. Al contrario, tras observarlo con una expresión indescifrable durante unos segundos, sonrió con picardía.

—Bueno… Hay muchas casas vacías en este poblado, ¿no te has fijado?

Ahí sí que Zoro se quedó rígido de la sorpresa, sintiendo su pulso acelerarse al pensar en lo que eso podía significar. ¿Debían? ¿Podían? El riesgo era muy elevado. Sin embargo, ante sus ojos suplicantes, enormes y castaños, esta vez no fue capaz de negarse. Menos aún cuando Nami lo tomó por la muñeca con suavidad y lo arrastró hacia una de las viviendas mencionadas, apartada del núcleo principal y próxima al bosque que estaban abandonando.

De todas formas, tras cerrar la desvencijada puerta a sus espaldas, el guerrero ya no pudo soportarlo más. Con el deseo corriendo por cada arteria y vena de su cuerpo, en cuanto ella tiró para quedar entre él y la pared más cercana, Zoro la aprisionó sin violencia y atrapó sus labios de nuevo entre los suyos.

Como de costumbre, Nami conseguía manipular sus deseos íntimos sin ningún esfuerzo, pero había veces como aquella en que terminaba por no importarle en absoluto. Mientras ella acariciaba su pecho y su espalda, emitiendo discretos gemidos de disfrute, él alzó una mano para meterla con ternura dentro de su escote. Nami jadeó, echó la cabeza hacia atrás y expuso su yugular a los suaves mordiscos de él sobre la piel.

—Nami.

—¿Hum?

Zoro sonrió junto a su cuello.

—¿A cuánto asciende ya mi cuenta de estos dos años por verte desnuda?

Nami se mordió el labio antes de comenzar a levantarse y a abrirse la falda del kimono, en actitud entregada.

—No fuerces tu suerte, cachorro —ronroneó, sujetándole la nuca y atrayéndolo hasta que sus frentes se juntaron—, me basta con saber que yo soy la única que te ve desnudo.

Zoro soltó una risita ronca.

—Eres única, Nami.

Acto seguido, alzó a la joven en sus brazos y la apoyó contra la madera, dejando que sus pieles se saludaran dulcemente antes de fusionarse sin prisa, pero con deseo evidente. De inmediato, Nami abrió la boca y echó la cabeza hacia atrás, emitiendo un gemido silencioso de placer. Al mismo tiempo, su mano tapó los labios de su amante cuando este estuvo a punto de gemir también.

—Oh, Zoro —suspiró Nami, entrecortada por cada suave embestida de él—. Como estaba deseando volver a hacer esto.

Zoro puso los ojos en blanco bajo los párpados mientras sus caderas aceleraban el movimiento casi sin pretenderlo. Teniendo las manos ocupadas, el guerrero apartó los dedos de su rostro con un gesto brusco antes de sellar sus labios sobre los de ella con clara intención. Finalmente, dejó que sus lenguas jugaran sin oposición, lo que arrancó un nuevo gemido a la pelirroja.

—Nami… —gruñó contra sus labios, sin dejar de hacerle el amor en ningún momento y notando que el final se acercaba sin remedio—. Joder…

Quería, pero no pudo evitarlo por mucho más tiempo. Tras retirarse en el último momento para evitar sorpresas, el guerrero suspiró hondamente, y ella lo imitó de inmediato. Después, los dos piratas permanecieron abrazados sin moverse durante varios segundos que se hicieron demasiado cortos, permitiendo que sus respiraciones volvieran lentamente a la normalidad. Acto seguido, se miraron como si fuera un movimiento sincronizado y se echaron a reír suavemente, juntando sus frentes.

—Era mucho pedir que solo lo hiciéramos una vez en la vida, ¿eh? —bromeó ella.

Zoro rio por lo bajo.

—Desde luego. Y ya van un par de esas.

—¿Te ha gustado, al menos?

El guerrero la miró con intención y cierta sorna, antes de sacudir la cabeza con media sonrisa y bajarla al suelo. Sin embargo, no respondió directamente, sino que susurró:

—Anda, vamos a dormir, Nami. Mañana tenemos mucho que hacer.

Ella frunció los labios, pero pareció rendirse al ver que Zoro seguía sonriendo en la penumbra y no había soltado su cintura del todo.

—Está bien, lo tomaré como un sí —anunció, colocándose el kimono con soltura—. —Aunque… ¿Necesitas que te guíe a tu cama de todas formas?

Zoro se ofendió ante la acusación velada. Por algún motivo, todos sus compañeros se burlaban de su sentido de la orientación, algo en lo que él nunca había visto ningún problema.

—¿Qué…? ¡Pero qué manía con pensar que me voy a perder! —protestó, arrugando el gesto—. Este sitio no es tan grande, ¿no?

Para su mayor confusión y cierto escarnio involuntario, Nami rio a su vez y le guiñó un ojo antes de separarse de él:

—Buenas noches, Zoro.

El guerrero mantuvo el ceño fruncido durante unos instantes antes de sacudir la cabeza con rendición y seguirla en silencio al fresco exterior. Cuando ambos se alejaron en direcciones opuestas, aún se miraron varias veces, sin poder evitar sonreír con pudor cuando eso sucedía. En el momento en que Nami desapareció en la cabaña de las chicas y Zoro entró en la de los chicos, donde todos roncaban a pierna suelta, solo pudo pensar que, si salían vivos de Onigashima, le encantaría celebrarlo con Nami… En alguna cama enorme, enredados entre las sábanas del anochecer al amanecer y con una botella del mejor sake en la mano. ¿Acaso podía pedirle más a la vida para disfrutar?

Hola mis ratones! Lo sé, lo estábais esperando… Y es que el «romance prohibido» si es que se puede llamar así entre estos dos no podía ser de otra manera… ¡En un par de semanitas, más! ¡Se os quiere!

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