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#FanficThursday: Cars – «McQueen y Sally: One-Shots» (Capítulo 3)

Capítulo 3 — ¿Estás de paso? (II) (Cars)

Sally Carrera makes out with Lightning McQueen HD - YouTube | Disney cars  movie, Lightning mcqueen, Disney cars party
Sally y Rayo, Cars

Dije que hiciste que mi vida valiera la pena

Es todo sobre ti

Y yo respondería a todos tus deseos

Si me preguntaras

Pero si me niegas uno de tus besos

No sé lo que haría…

Por un momento, mientras Sally se adelantaba hacia la carretera principal de pueblo, moviendo con levedad toda su carrocería, Rayo se quedó sin saber qué hacer. Miró de reojo hacia la gasolinera, donde los parroquianos procuraron disimular que estaban pendientes de cada uno de sus movimientos, y empezó a ponerse ligeramente nervioso.

—Yo… Sally, no… No sé si es buena idea que yo… —tartamudeó.

Momento en que ella dejó de moverse y lo encaró directamente, con expresión divertida.

—Así que, además de no pasear, los coches de carreras tampoco bailáis…

—¿Qué? No, es decir —Rayo intentaba por todos los medios recuperar su dignidad, aunque no ayudaba que el resto del pueblo estuviese pendiente de ellos—. Claro que sabemos bailar… ¿Qué te has creído?

Su última frase había intentado sonar socarrona sin demasiado éxito, lo que demostró la ceja enarcada de Sally y su media sonrisa. Pero Rayo sabía que una cosa era ir de fiesta y bailar con quien se pegara a ti; y otra muy distinta, bailar despacio con la máquina que te tenía sorbido el seso, digamos, casi desde que la conociste. Delante de todos.

Sin embargo, no pudo resistirse cuando Sally se alejó danzando de nuevo hacia la carretera, tras dirigirle una sonrisa más que amistosa. Como un autómata, el joven coche de carreras echó a rodar tras ella; sintiendo sin querer que la música se metía más y más en sus manguitos conforme se aproximaba a la penumbra bajo los neones. Asfalto, Sally y él. De repente, nada ni nadie más importaba.

Así que sostenme cerca

y di tres palabras como solías hacer

Bailando en los azulejos de la cocina

Es todo acerca de ti

Y yo respondería a todos sus deseos

Si me lo pidieras

Pero si me niegas uno de tus besos

No sé lo que haría

Así que sostenme cerca

y di tres palabras como solías hacer

Bailando en los azulejos de la cocina…

De pronto, las palabras parecían hechas para ellos. Movían el chasis al mismo son, de un lado a otro, mientras giraban uno alrededor del otro sobre el asfalto que separaba el motel de Sally de la gasolinera de Flo. En algún momento, uno de los dos intentó una pirueta con más o menos acierto; lo que consiguió que se echaran a reír sin control varias veces. Al menos, hasta la última estrofa…

Sí, hiciste que mi vida valiera la pena

Así que te dije con una sonrisa

Es todo acerca de ti

Es todo sobre ti, (es todo sobre ti)

Todo es por ti, cielo.

Todo es por ti, cielo

Todo es por ti… cielo…

***

Con los últimos acordes, los dos frenaron despacio y se aproximaron, mirándose fijamente. Sally frunció los labios, humedeciéndolos de aceite. 

«Llegó el momento… llegó…»

Pero varios silbidos y jaleos los obligaron a separarse de nuevo, cuando sus chapas estaban a punto de rozarse en ese ansiado instante. Rayo soltó una maldición por lo bajo; pero Sally, pragmática como siempre, optó por rodearlo con una risita y encaminarse al motel. Sabía que nadie los seguiría hasta allí y ya era tarde, Rayo debería descansar. O, al menos, eso era lo que prefería pensar. Por algún motivo, no se sentía preparada para lo que parecía inevitable, pero tampoco era capaz de razonar el por qué. Quizá hacía demasiado tiempo de la última vez y temía defraudarlo. ¿O no quería sufrir? 

Un motor tras ella le indicó que Rayo la había seguido, sobre todo cuando él dijo:

—¡Sally, espera!

La joven suspiró y se giró, disimulando a duras penas que temblaba como un flan. Quiso decir algo, pero sus ojos azules cargados de preocupación y algo que parecía cierta vergüenza –la rehuían cada poco rato y sus labios esbozaban sonrisas fugaces, como si no estuviese seguro de qué decir– hicieron que casi se deshiciera de ternura.

—Ya es la segunda vez… —empezó Rayo.

Sally rio sin poder contenerse, a causa de los nervios.

—Sí… —bufó, con cierta diversión—. Creo que en este pueblo son de lo más inoportuno…

Ella estaba ya bajo el tejadillo de la entrada a la oficina, pero sintió un curioso escalofrío cuando él se acercó.

—Oye, he pasado una noche genial y, aunque siento no haberte podido traer la Copa Pistón, yo… Te agradezco que me permitas volver a dormir aquí. Es… perfecto.

Sally tragó aceite.

—Vaya… —atinó a decir, ante el cumplido—. Yo… bueno, me alegro de que te sientas cómodo aquí, yo…

Pero no pudo decir más; porque, de un segundo al siguiente, se encontró con los labios de McQueen sobre la comisura de los suyos.

«Hmmmmm».

Echaba demasiado de menos esa sensación y tenía que decir que, fuera como fuese, aquel corredor conseguía hacer fluir más rápido la gasolina por todo su sistema interno. Cuando él se separó, unos segundos después, Sally fue incapaz de articular palabra. Tan solo abrió los ojos despacio y lo observó. Si lo analizaba, Rayo sabía a calor y a asfalto… A velocidad. Jamás se había encontrado con alguien así. Cierto que había conocido a coches capaces de correr y presumir de ello; pero, seamos sinceros, todos ellos tenían algo artificial. Ese aroma a ambientador que camuflaba todo lo demás.

Pero Rayo no era así. A pesar de lo que hubiese pensado en su día, cuando lo conoció y él intentó seducirla de forma tan descarada, en el fondo, bajo esa capa de egoísmo y auto-alabanza, Sally había descubierto una máquina buena, capaz de emocionarse igual que ella ante la vista de un paisaje hermoso; comprensivo, cercano y deseoso de ayudar a los demás, así como de tener un lugar al que volver. Quizá por eso había regresado a Radiador Springs; quizá podía darle una oportunidad.

Por ello, tras un momento de duda, Sally volvió a besarlo despacio, con timidez. Él se dejó y estuvieron un rato tanteándose. Al menos, hasta que Mater pasó camino de su zona de descanso –algo mareado después del viaje en helicóptero con Dinoco, pero feliz como nunca en su vida y cantando eso de «McQueen y Sally se van a paseaaaar…»–, haciendo ruido y pitándolos al pasar. Rayo y Sally se separaron entonces, sonriendo con cierta vergüenza.

—Bueno… sabes que no duraremos en secreto ni un día, ¿verdad? —ironizó Rayo.

Ella se rio, antes de darle un ligero beso en uno de los guardabarros.

—Mañana seguimos, Pegatinas —se despidió con cariño—. Buenas noches.

***

Él sonrió y le deseó igualmente buenas noches. Sabía que era muy pronto para entrar tras ella en la zona tras la oficina, pero se había quedado tan perplejo cuando ella le había ofrecido volver a quedarse en su propio cono… Quizá, pensó mientras se encaminaba hacia el cono número uno, volver a Radiador Springs sí había sido la mejor decisión posible.

—Y… Pegatinas…

Se giró como un resorte. Sally había vuelto a salir de la oficina.

—¿Sí, Sally?

Ella sonrió de una forma que calentó todo su cuerpo en un segundo, mientras volvía a acercarse a ella.

—Igual no quieres oír esto; pero, no me importa que no hayas ganado la Copa… —vaciló la joven, antes de alzar los limpiaparabrisas y mirarlo con fijeza. Rayo no lo sabía, pero le estaba costando vocalizar aquello sin pensar en lo que podía desencadenarse después—. Porque… Me has traído algo mucho más valioso.

Rayo enarcó una ceja, sin saber hacia dónde se encaminaba la conversación. A él, en parte, le escocía no tener la Copa en sus ruedas, aunque disimulara; pero también era cierto que, si Strip Weathers no cruzaba la meta, hubiese sentido siempre que su primera victoria estaba manchada de aceite. Y no podría vivir con eso.

—Ah… ¿Sí? —preguntó.

Sally sonrió.

—Sí… A ti. Y lo que hiciste por «El Rey», bueno… Fue increíble. Toda una muestra de nobleza —la joven dudó y giró una rueda sobre el asfalto pulido—. Creo que, pase lo que pase, siempre te admiraré por eso.

Rayo se emocionó, aunque quizá «admiración» no era lo que buscaba, mientras acercaba su parachoques al de ella, sin besarla. Ella lo imitó y cerró los ojos, disfrutando ambos del contacto.

—No podía dejarte atrás —confesó él sin poder contenerse, antes de separarse de ella; pero antes de que pudiese responder, añadió—. Es tarde. Te dejo que descanses.

Sally se mordió el labio un instante antes de decidirse por fin.

—Rayo —lo llamó—. Estaba pensando… ¿Querrías dormir conmigo esta noche? Es estrecho, pero… Hay sitio para dos.

Él, una vez recuperado de la sorpresa, sonrió y volvió a rozar su guardabarros con ternura.

—Por supuesto. Siempre que lo desees.

Canción: All about you (McFly)
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