Capítulo 11 – Un secreto inconfesable…
Unas horas después…
Madmartigan notaba cómo le temblaban las manos, y no precisamente de terror, mientras terminaba de ajustar las correas de la silla de montar alrededor del torso de su caballo. Tras la sorpresa inicial, lo que Rool y Franjean le habían contado sobre Sorsha y especialmente sobre Eleion había conseguido ponerlo de un humor funesto, a la vez que una intensa rabia se apoderaba de él. Por lo visto, el príncipe de Cashmere, tras entrar en Nockmaar en calidad de embajador de su reino, había conseguido engañar durante la cena a la joven que él amaba para que bebiera de una copa envenenada con un potente somnífero, para después encerrarla en algún oscuro rincón de aquella fortaleza maldita. Los dos brownies tampoco habían podido ver mucho más, pero por lo que había comentado Eleion poco después de que Sorsha desapareciese de su vista, no estaba muerta ni era el plan inicial. No. Por lo visto, el príncipe pretendía algo mucho peor. Al menos, desde el punto de vista de un corazón atormentado como el de Madmartigan. Rool y Franjean, por su parte, habían conseguido esconderse en las alforjas de una yegua mensajera y, a media jornada escasa del castillo de Nockmaar, mientras su jinete dormía, se las habían arreglado para espantar al animal directo hacia las puertas de Tir Asleen.
Pero por si fuese poco, aquella no había sido la única sorpresa del día. Cuando había corrido escaleras arriba hasta la sala del trono para advertir a Fin Raziel y Willow de lo que había sucedido, ambos habían abandonado inmediatamente sus ejercicios para seguirle hasta la sala del trono, donde el guerrero hizo a los brownies exponer toda la historia de nuevo. Madmartigan había actuado sin pensar, lo admitía, solo pensando en el bienestar de Sorsha y sin pararse a reflexionar en qué opinaría Thantalos de su propuesta para acudir a rescatar a una muchacha que, a pesar de compartir hogar con él cuando era apenas una cría, tras la maldición de Tir Asleen había pasado a convertirse únicamente en la hija de la máxima responsable de aquella desgracia.
Y sin embargo, cual no fue su estupor cuando vio cómo, tras intercambiar una mirada demasiado significativa con Fin Raziel, el rey se levantó y le ordenó que preparase a las tropas para partir de inmediato. Según sus propios argumentos, después de la caída de Bavmorda no podía consentirse que tales actitudes, fuese quien fuese el que las perpetrara, quedasen impunes, y menos contra alguien de tan elevado rango e importancia como Sorsha. Pero, aunque se hubiese aprestado a cumplir sus órdenes sin rechistar y con el corazón aleteando en el pecho como el de un adolescente camino de su primera cita, una voz en el cerebro de Madmartigan seguía repitiéndole machaconamente que algo no encajaba. ¿Por qué Sorsha era tan importante para el rey? ¿Qué era lo que sabía de ella que le impelía a tener aquella actitud?
El guerrero se detuvo un instante, dejando caer los arreos a los costados del caballo, al darse cuenta de que estaba casi jadeando, abrumado por el peso de aquellos interrogantes sin respuesta. La armadura lo agobiaba, sentía los nervios a flor de piel y lo único que deseaba era salir galopando campo a través para rescatar a su amada de las garras de aquel indeseable… Aunque también tenía otro motivo mucho más antiguo para querer medir sus fuerzas con Eleion. Pero eso, de momento, nadie más lo sabría por su boca. Y esperaba que Sorsha no tuviese que enterarse sin que él estuviese delante. No podría soportar su rechazo una vez más.
Madmartigan cerró los ojos, procurando respirar hondo y despejar su atribulada mente de malos pensamientos. Pero unos pasos suaves sobre la paja del pasillo que se abría entre las hileras de caballerizas lo obligaron a abrirlos despacio y volverse, mostrando media sonrisa de bienvenida al recién llegado. Sin embargo, no asomó a sus ojos, y Willow, acercándose un poco más, lo percibió enseguida.
Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato, hasta que el nelwin se animó por fin a abrir la boca.
–No voy a preguntarte si estás bien, porque es evidente que no –murmuró, inseguro–, pero sigo pensando que hay algo más que no me estás contando.
«Maldita sea», pensó Madmartigan, tensándose visiblemente. Al final alguien se había dado cuenta.
–¿Sobre…? –preguntó escuetamente, dejando abierto el final de la pregunta y a la espera de equivocarse.
–Sobre Eleion –repuso Willow, enarcando una ceja elocuente.
El guerrero suspiró y se rascó la cabeza, indeciso. Aquellas dos palabras de Willow le demostraron algo que ya debería haber sabido: el pek era más avispado de lo que parecía a simple vista. «No en vano, está estudiando magia», pensó la parte lógica de su cabeza, casi oculta por la marea de negros sentimientos que Madmartigan albergaba en aquel instante.
–Digamos que nos encontramos en el pasado… y las cosas no acabaron del todo bien.
Willow mostró en ese momento media sonrisa comprensiva.
–¿Carissima? –adivinó sin esfuerzo. Madmartigan reaccionó como si le hubiesen pinchado, pero Willow se le adelantó antes de que pudiese decir nada–. Cuando nos conocimos no eras precisamente un santo, y después de oír de pasada ese nombre y el de Eleion juntos en una conversación entre el rey y Raziel, no me ha costado atar cabos.
Madmartigan resopló a la vez que parecía desinflarse, a la vez que asentía lentamente con la cabeza.
–No es algo que me guste recordar –admitió, torciendo el gesto como si acabase de tragar un limón especialmente ácido. Acto seguido, se volvió hacia Willow con algo similar al temor brillando en sus ojos azules–. ¿Crees que Eleion se lo habrá dicho a Sorsha?
Willow meneó la cabeza de lado a lado, demostrando su ignorancia al respecto.
–Pero sí estoy seguro de una cosa –agregó acto seguido, mirando fijamente al alto guerrero–: si conseguís sacarla de allí, ella y tú tenéis mucho que hablar.
Madmartigan soltó una risita seca, sabiendo que tenía razón, pero antes de que pudiese decir nada los cuernos resonaron en el patio, anunciando su partida.
–Tengo que irme –le dijo entonces al nelwin mientras se colocaba el yelmo sobre la cabeza y tomaba las riendas de su caballo–, pero agradezco tus palabras, y espero poder volver para despedirme de ti cuando partas por fin hacia tu tierra –Willow pareció claramente sorprendido por aquella declaración, ante lo cual Madmartigan mostró media sonrisa algo nostálgica y añadió, antes de salir por la puerta de los establos–. Sé que lo harás en algún momento, aunque estés entrenando con Fin Raziel. Tu familia te necesita, Willow. Y créeme que si fuera tú, me encantaría tener un hogar al que volver.
El nelwin sonrió a su vez y avanzó tras él al trote, alcanzándolo casi cuando había salido.
–¡Madmartigan! –lo llamó. Y cuando este se volvió, afirmó con voz segura–. Sé que algún día lo tendrás.
Pero, y ambos lo sabían, el guerrero mientras se alejaba en dirección a las puertas y el nelwin mientras retornaba a sus aposentos –Raziel y él se quedarían cuidando de Elora hasta que el ejército regresara–, la mayor esperanza para ello era que consiguiesen rescatar a Sorsha con vida.
Y que el rey al que su madre había condenado hacía tantos años no tomase represalias muy duras contra ella.