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#FanficThursday: Step Up (Capítulo 43 – FINAL)

The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)

Capítulo 43 – Retorno al punto de partida (FINAL-LOS ÁNGELES)

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Ocho meses después de terminar el contrato en Las Vegas…

–¡Moose! –grito desde el dormitorio, mientras trato de zafarme de la fiera que salta encima de mí–. ¿Has encontrado a Tyler? ¡Tenemos que irnos!

Para mi alivio, enseguida veo su cabeza asomar por la puerta mientras sujeta al susodicho en los brazos con cierto esfuerzo. Principalmente, porque no deja de retorcerse y de quejarse.

–¡Maaaa! –protesta Anna, en este caso–. ¿Po qué no poemo i?

Suspiro. ¿Cómo le explicas a una niña de año y medio largo que, para bien o para mal, ha adquirido una capacidad temprana de verborrea, que tienes que irte y dejarla con la abuela?

–Cariño, es solo para mayores –le digo mientras me siento en la cama y veo que Moose hace otro tanto a mi lado, tratando de distraer a Tyler con todos los juguetes que encuentra–. Además, la abuela me ha prometido que os va a contar historias muy divertidas.

Anna, para mi desesperación, hace un puchero.

–¡Maaaa! –protesta de nuevo.

Confieso que estoy a punto de perder la paciencia. Vamos a llegar tarde a este paso y la sesión es en la otra punta de la ciudad. Pero, para nuestro alivio, un ángel redentor aparece en ese momento en la puerta con una amplia sonrisa y algo misterioso en las manos.

–¿Para quién va a ser esto? –pregunta en tono meloso, haciendo que los dos gemelos giren al unísono la cabeza con los ojos brillantes.

–¡Mío! ¡Mío! –grita Tyler.

–¡No! –se enfurece Anna–. ¡E mio!

Y así, milagrosamente, conseguimos que la abuela distraiga a los pequeños. Al menos, hasta que nos despedimos de ellos, momento en que se dan cuenta de la treta y vuelven a hacer pucheros. Por un momento, estoy tentada de mandar todo al cuerno y quedarme con ellos; soy incapaz de moverme del costado de la cama. No puedo hacerlo… No quiero hacerlo.

–Venga, Cam, llegamos tarde –me susurra Moose, aunque también parece reacio a irse.

Anna (abuela) nos mira en ese momento y su gesto cambia a uno de infinita ternura.

–Sé que es difisil la primera ves –susurra con su característico acento–. Perro debéis iros.

Lo sé, pero no puedo hacerlo sin decir a las dos fieras cuánto les quiero. Ambos prometemos volver enseguida y, qué queréis que os diga, se me sigue partiendo el corazón en dos cuando los escucho gemir y llorar a mis espaldas, tras la puerta cerrada. Camino del coche, me refugio en el hombro de Moose y ambos, como uno solo, miramos hacia la ventana del dormitorio.

–Estarán bien –murmura mi marido, aunque poco convencido.

Sé que piensa lo mismo que yo. Es la primera vez, pero ese cuchillo invisible que nos desgarra el alma sigue ahí. Suspiro. Supongo que es cuestión de tiempo que nos acostumbremos. Además, ¿quién mejor que la baba para cuidar de ellos?

Moose:

La sala se acaba de llenar. Creo que estamos todos los implicados, y el calor de sentir tantas presencias amigas a mi alrededor reduce en parte la ansiedad que llevo sintiendo desde que salí de casa de mis abuelos. En ese momento, Luke sube a la tarima entre los aplausos del público y coge el micrófono.

–Hace dos años –arranca, tras una breve inclinación como agradecimiento a nuestra ovación– mi vida en Los Angeles era todo lo que podía desear. Tenía mis estudios, mi trabajo y a una familia estupenda –por el rabillo del ojo, veo a un peinado Max sentado formalmente al lado de su madre. Cuando me mira, le guiño un ojo y me saluda con su manita mientras su padre sigue hablando–. Pero, aun así, sentía que algo me faltaba. Quería volver a hacer algo grande, algo como Nacidos de un Loro. Y sé que hay muchos implicados aquí que saben de qué hablo… –se escuchan varios gritos de «¡Vivan Los Piratas!» por toda la sala–. Por suerte, un buen amigo que está hoy sentado en esta sala –noto su mirada sobre mi cara, que acaba de alcanzar temperaturas nucleares– me dio la idea perfecta para volver a aunar mis dos pasiones. El cine y el baile. Así pues, dándoos las gracias de antemano a todos los que habéis querido cumplir este, mi sueño, delante de la cámara, espero que disfrutéis de este humilde proyecto. Gracias.

Todos aplaudimos y vitoreamos sin contención ninguna, incluida una emocionada Natalie que toma en brazos a su hijo mientras se levanta como todos los demás. Luke, claramente impresionado, saluda una última vez antes de hacer una seña hacia la sala de proyección y bajar del escenario en dirección a su asiento. Casualmente, junto al mío. En cuanto las luces se apagan, alzo un puño, él me devuelve el gesto, y una silenciosa explosión arranca a la vez que el título del documental aparece en la pantalla.

«Living The Vortex: camino hacia un sueño».

Me gusta el nombre.

Camille:

El primero en aparecer, obviamente, es Luke, presentando el proyecto para el público profano (no para nosotros, obvio). Después, el primer entrevistado es mi señor marido, al que noto hundirse en el asiento mientras el resto le aplaude y silba con cariño. Pero son sus palabras para responder a Luke ante su pregunta «¿Qué sentiste al ganar The Vortex?» las que a mí, personalmente, me dejan atornillada a la butaca:

–Fue una sensación… increíble. Era como si de repente todas las piezas encajaran y, por fin, tuviese todo lo que deseaba en mi vida. Un futuro bailando… y una mujer a la que amaba con locura –ahora me aplauden a mí y no sé si reír o llorar de emoción mientras le escucho–.Confieso que jamás lo hubiese conseguido sin ella. Y ahora que vamos a formar una familia, creo que veo más claro que nunca que, si algún día mis hijos no quieren seguir mis pasos, no importará. Porque he aprendido que cada uno debemos hacer lo que nos pida el corazón en esta vida, y mostrarlo al mundo de la mejor forma que seamos capaces.

Silenciosamente y procurando controlar un sollozo mientras toda la sala vuelve a aplaudir, entrelazo mis dedos con los suyos y nos miramos. Sus ojos están serenos, confiados y sonríe al mismo tiempo que yo. Sus labios recogen las lágrimas de los míos en un gesto breve pero dulce que desearía que durase años. Pero el siguiente en aparecer es Jason… y después los gemelos Santiago, Violet, Sean y Andie –ahora mismo embarazadísima de su primera hija y sentada junto a su marido unas filas más atrás–… Cada uno de nosotros, incluida yo que aparecí casi de milagro en el documental tras el parto y la baja maternal, contamos lo que ha supuesto para nosotros ganar un concurso como The Vortex… y todo lo que lo rodeó de principio a fin.

–Para mí fue como volver a nacer –confieso en el vídeo, sentada en mi sillón favorito del apartamento de Las Vegas–. Creía que podía vivir sin el baile, tener una vida corriente… Pero alguien me abrió los ojos a tiempo. Me demostró que si tienes una forma de expresar lo que sientes no puedes esconderla por mucho que te esfuerces. Siempre volverás a caer. Y si puedes convertirlo en tu medio de vida sin preocuparte sobre el futuro o sobre qué será de tu familia, lo cierto es que es lo mejor que te puede pasar.

Moose se inclina en ese momento hacia mí y me besa la mejilla. Yo me giro para rozar sus labios antes de que se aleje y susurro: «te amo». Él responde igualmente y sonríe. Yo le imito mientras otros compañeros siguen hablando en la gran pantalla. Sus intervenciones se alternan con imágenes de ensayos, actuaciones, vídeos graciosos que decidimos enviar a Luke en el último momento… Lo admito, en este mundo, no todo puede ser trabajo. Te diviertes con lo que haces, pero también necesitas desconectar. Y lo mejor de esta experiencia, como acaba de confesar Pelos, es el sentimiento de unidad que terminas teniendo con el equipo; con todos aquellos que aportan su granito para hacer que la magia del baile sea posible y llegue a todos los rincones del planeta, sea por el medio que sea.

Moose:

El documental es, simplemente, maravilloso. Luke ha conseguido eso que solo él puede lograr: que nos sintamos cómodos y que, tras confesar y verlo en pantalla, ninguno nos sintamos ni mínimamente avergonzados de ni una sola coma de lo dicho. Mientras volvemos hacia nuestra nueva casa en la bahía y entramos sin hacer ruido, Cam y yo hablamos de lo visto y recordamos anécdotas muy diversas de aquellos tiempos. Mentiría si dijese que la vida no nos ha tratado bien desde que regresamos a Los Ángeles. Camille retomó las clases de canto, aparte de compaginar un nuevo trabajo editorial –su blog ha causado verdadero furor entre los apasionados del baile de todo el mundo y nadie se lo pensó al intentar ficharla a su vuelta a Hollywood– con algunas clases para niños que imparte en la escuela de mis abuelos. A mí ya me conocen por mi apodo en la mayoría de escuelas y teatros, por lo que me suelen llamar para dar alguna masterclass y mientras tanto, sin ser demasiado activo en redes sociales –soy algo tímido para ese tipo de cosas, confieso–, busco crear un nuevo espectáculo de danza, luz y sonido que pueda triunfar en Sunset Boulevard. Quién sabe si lo conseguiré.

De momento y, aprovechando que los niños se han quedado con los abuelos, creo que voy a aprovechar a quitarle ese precioso vestido a Camille y a hacer locuras hasta que ambos caigamos rendidos. Por su expresión y su forma de besarme, diría que piensa lo mismo que yo.

La noche es joven, dicen, ¿no?

Y nosotros tenemos toda una vida de felicidad por delante.

FIN

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