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#FanficThursday: Step Up (Capítulo 33)

The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)

Capítulo 33 – Una noticia bomba (Las Vegas)

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Camille:

Me va a estallar la cabeza.

Ese es mi primer pensamiento cuando abro los ojos por culpa de unos tremendos golpes en la puerta. Al otro lado de las cortinas parece que hay bastante luz; ergo, es de día. Los golpes vuelven a sonar y, como una zombie, me levanto de la cama y cojo lo primero que pillo para vestirme porque, en una décima de segundo y aun en mi estado, soy capaz de deducir que estoy completamente desnuda. Sí, la camiseta del día anterior servirá. Tarde, me doy cuenta de que es la de Moose. El cual, para más inri, sigue tumbado boca abajo con la cabeza casi enterrada en la almohada y roncando con total felicidad.

Pongo los ojos en blanco y estoy a punto de avisarle de que llaman, pero los golpes –que no han conseguido despertarle… cosa que ni un cañón de la Marina, de manera habitual, podría hacer– insisten como martillazos sobre mi maltratada cabeza así que, con paso no muy firme a causa del sueño y la resaca me dirijo hacia la puerta, abriendo tan solo una rendija.

–¿Sí?

Es Sean, lo que hace que los ojos se me abran esta vez de par en par. Pero no me da tiempo a responder antes de que él resople como una locomotora y decirme:

–¡Ah, por fin sé algo de vosotros! ¡Menos mal!

Ante lo cual, mi rostro se desencaja con el más absoluto desconcierto.

–Sean… ¿De qué me estás hablando? ¿Qué hora es?

Él hace un gesto de impaciencia.

-Las nueve menos cuarto –me indica, lo que hace que algo se remueva en mi espesa masa cerebral antes de que él me confirme–. Tenemos reunión en el anfiteatro dentro de quince minutos.

«Oh… Mierda», es lo único que se me ocurre pensar antes de cerrarle la puerta en las narices a Sean. Sin embargo, acto seguido vuelvo a abrir y susurro de corrido:

–En diez minutos estamos ahí.

De inmediato, corro a abrir las cortinas. Lo que provoca, esta vez sí, que mi querido y adormilado novio pegue un bote en el colchón. El ruido le da lo mismo pero la luz… Ay, ese ya es otro cantar.

–Vamos –lo aprieto ante su único gruñido desconcertado–. Llegamos tarde.

Él, sin acelerarse demasiado, se frota los ojos.

–¿Tarde? ¿A qué?

Si las miradas matasen mis ojos ya le hubiesen dejado fulminado sobre las sábanas.

–The Vortex. Espectáculo. Contrato. ¡Reunión! –recito a toda velocidad al tiempo que me meto en el baño a la carrera.

Dado que los abuelos de Moose se fueron anoche y nos cedieron la habitación, ampliando la reserva al menos un día más, él y yo preferimos quedarnos a dormir aquí en vez de en la suite con los demás. Cuestión de privacidad, ya me entendéis.

Unos segundos después, escucho sus pasos detrás de mí y veo su cara asomar en el espejo. Sus ojos ya se han abierto de par en par y se mueve a toda velocidad, pero con una agilidad y una gracia natural que no puedo evitar quedarme mirándolo como una boba mientras me recojo el pelo en una coleta. Moose se lava la cara y después se peina, casi en un mismo gesto, sus rizos oscuros hacia atrás, dejándose el pelo empapado. Y no caigo en que me he quedado de piedra hasta que no se vuelve y me dice:

–Cam, despierta…

En ese instante, termino de hacerme la coleta a toda velocidad y salgo tras él del baño. Pero antes de llegar a la puerta me frena y me dice con media sonrisa:

–Oye, no es que a mí me importe pero… Estaría celoso si el resto del grupo pudiese ver más cantidad de tu piel que yo en público –y ante la sorpresa de mi aún embotada cabecita, me dice al oído–. Sigues llevando mi camiseta.

Seré idiota… Y encima él se sigue riendo por lo bajo mientras me visto, cuando salimos de la habitación y durante todo el trayecto en ascensor hasta la planta baja. Debería odiarle, pero hoy estoy más enamorada de él que nunca. Qué le voy a hacer…

Moose:

Ya hemos llegado todos al anfiteatro y el ambiente festivo se respira por todas partes. Los The Mob están en un extremo del enorme escenario mientras que los LMNTRIX se han dispersado por las butacas más cercanas a la zona central del salón. Dado el nombre del hotel, no es sorprendente que este lugar tan monstruosamente grande se llame… «El Coliseo». Y confieso que solo de pensar en bailar en ese gigantesco escenario, un escalofrío de nervios recorre mi espalda de parte a parte. Camille tiene razón: estar bajo los focos es algo a lo que no puedo negarme. Puesto que ahí arriba, cuando muevo mi cuerpo al son de la música, improviso, salto y acompaño a mis compañeros es donde realmente me siento yo mismo.

Cuando caigo en una butaca junto a Andie, sin embargo, mi cuerpo protesta por los excesos de la noche anterior. Después de la actuación y casi sin cambiarnos, todos los ganadores nos encaminamos hacia el restaurante para cenar, armando escandalera pero sin importarnos demasiado. Estábamos pletóricos: corría el alcohol, la comida y las muestras de cariño. Y en cuanto a necesidad de intimidad, fuimos en canon: primero se escaparon Violet y Chad, luego Sean y Andie y, por último, Camille y yo. Al fin y al cabo, en esta ocasión éramos los veteranos y también podíamos entender que los recién emparejados no pudiesen resistir la tentación.

Aún recuerdo mi primera vez con Cam…

Malpensados. No estaba hablando exactamente de eso…

Aunque también me acuerdo. Perfectamente.

–Tienes ojeras –observa entonces mi primera amiga de verdad en la MSA con cierta maldad, mirándome de reojo–. ¿Una noche intensa?

Ante lo que ladeo la cabeza y, con la sonrisa más sarcástica que soy capaz de mostrar, le devuelvo la pelota.

–Me sé de alguien que también tiene ojeras –replico, mordaz–. ¿Una noche intensa?

Mi sonrisa se convierte en una risa triunfal cuando compruebo cómo Andie se pone roja hasta la punta de las orejas, a la vez que me da un puñetazo cariñoso en el hombro. Es maravilloso ver que, a pesar de los años, hay cosas que jamás cambiarán entre nosotros. Es una sensación de… ¿seguridad? Sí, podría decirse así. Aunque ahora mi euforia y mi expectación ante lo que vaya a suceder unos minutos después consumen el resto de mis emociones.

En ese instante Camille llega a mi altura, distrayéndome, y mi vista sin querer se desvía hacia su mano izquierda, donde algo brilla y hace que me sienta el hombre más afortunado del mundo. Alguno dirá que somos muy jóvenes aún pero, ¿qué más dará? Vamos a estar juntos en Las Vegas, bailaremos juntos y podremos comenzar una vida de verdad.

Poco después llega el director del hotel con Alexxa Brava, la diva del lugar. Lo siento, pero no termino de aguantar su estilo a lo Lady Gaga ni entiendo qué obsesión malsana tienen los gemelos Santiago con ella. Sin embargo, los dos recién llegados se limitan a explicarnos un poco lo que quieren para el próximo espectáculo y lo que creen que gustará más a la audiencia antes de despedirse sin más. Por suerte y para nuestra tranquilidad, nos aseguran que los contratos están en camino.

Pero, cuando se van, Cam y yo nos miramos. Puede que sea el momento. Así que, mientras todos nos subimos al escenario y las conversaciones sobre qué podemos hacer o preparar comienzan a correr de boca en boca, yo pido la atención de los compañeros un segundo:

–Bueno, chicos. Antes de que empecemos, Camille y yo tenemos algo que deciros… –cruzamos una mirada y soltamos a la vez–. ¡Nos vamos a casar!

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