The Only One – Camille&Moose (Step Up Fanfic)
Capítulo 15 – Tanteo (Nueva York)
Para Jessica
Camille:
–Venga chicos, ¿preparados? –susurra Cable.
Los cinco que lo rodeamos asentimos a la vez. La verdad, sigo sin saber cómo Moose ha conseguido reunirnos de nuevo. Aún recuerdo mis temores cuando llegué a la MSA y no conocía a nadie… Algo que, en pocas semanas, solucionó conocer a los integrantes del grupo que había competido con Moose en las Calles. Cierto que con Andie al principio me costó pasar por el aro y tragarla, pero en cuanto vi que Moose y ella solo eran buenos amigos y que mi morena compañera ya tenía los ojos puestos en otro bailarín de alto standing, me tranquilicé. Nadie iba a quitarme el puesto de ser su mejor amiga ni casi su hermana. No señor.
Pero ahora, lo admito, se me hace raro verlos reunidos en Nueva York, aunque me encanta que por fin Moose me haga formar parte de esto. Ambos habíamos renegado de bailar cuando empezase la Universidad, pero también sabemos que para nuestros cuerpos es algo inevitable. Como un virus que te agarra una vez y no vuelve a soltarte nunca.
Cable llama un par de veces al timbre y al escuchar la voz de mi mejor amigo al otro lado, yo me ocupo de apretar el botón del play del mp3 con altavoz que llevo en el bolsillo. Comienza el show.
Por supuesto, cuando sube la persiana y aparecemos caminando a cámara lenta, la cara de todos los que rodean a Moose no tiene precio. ¿Dicen que los Samuráis son el doble? Bueno, no saben con quién se están metiendo entonces. Tras la sorpresa, la primera en correr hacia nosotros es Kido. Casi había olvidado que se había mudado a Nueva York. Por suerte, mi querido Moose tiene una memoria de elefante para esas cosas.
La acogida, para nuestra tranquilidad, es mejor incluso de lo que habíamos soñado y enseguida empezamos a ensayar. Moose y Luke, el jefe de este equipo que se hace llamar «Los Piratas», tienen las ideas bastante claras sobre lo que deberíamos hacer. Y yo que pensaba que estaba oxidada; en cuanto comenzamos a aprender los pasos, la adrenalina y la emoción empieza a correr por mis venas. Y una mirada cómplice de Moose me indica que pensamos lo mismo. Hemos nacido para esto.
Moose:
Tengo que confesar que, si no fuese por que no me miren raro, me pondría a dar saltos de alegría. Me he portado como un capullo con Camille y casi había olvidado a nuestra pandilla de la MSA, pero sé que todo está arreglado cuando veo cómo ella me sonríe un segundo después de entrar por la puerta. Por un momento, es como si no existiera nadie más alrededor. Solo un pensamiento ocupa mi mente: «la he recuperado». Y no pienso soltarla ni perderla otra vez. Aunque el deber me llama: presento a mis compañeros con la ayuda de Kido y enseguida veo que Los Piratas se convencen de que esta es una buena solución. Como dice Kido: «les vamos a aplastar».
Enseguida nos organizamos para hacer hueco donde poder ensayar. Me duele separarme de Camille pero en los momentos en que nuestras miradas se cruzan y sonreímos como si nos leyésemos la mente, algo muy agradable recorre mi espina dorsal y me empuja a seguir trabajando con total felicidad.
Por un segundo, cierta idea no del todo incómoda cruza por mi cabeza, pero me obligo a descartarla cuando noto que las manos empiezan a sudarme de inmediato. No puedo hacerle eso. Sería arriesgar demasiado y no quiero volver a perderla por una estupidez. Sin embargo, mientras dirijo los ensayos frente a Luke, no puedo evitar que mis ojos se fijen más en ella que en el resto de compañeros a la vez que recuerdo como si se tratara de una película antigua, todos nuestros momentos vividos juntos y unidos por el baile. Su llegada a la MSA, nuestra primera coreografía, bromas, risas, confidencias…
Sacudo la cabeza cuando noto cómo esa incómoda idea que me perseguía hace un rato no ceja en su empeño de hacerme pensar en Camille como algo más que mi mejor amiga. Sigo pensando que sería demasiado raro y lo achaco a que me encanta verla bailar mientras Luke corrige a varios Piratas una serie de pasos. Ahora, lo importante es ganar el World Jam.
Camille:
Ha llegado el día. Estamos todos juntos y listos para salir a apalear a los Samuráis. En sentido figurado, claro. Mientras me coloco la chaqueta roja y plateada sobre el mono negro –la sorpresa del espectáculo, en realidad– noto cómo alguien se sitúa a mi espalda y se coloca la gorra como si tal cosa frente al espejo. Me río y él se ríe. Si está a mi lado en la pista de baile, Dios sabe que soy capaz de cualquier cosa.
–¿Nerviosa? –me pregunta.
–¿Y tú? –le respondo.
Ambos sonreímos y nos quedamos en silencio, mirándonos. Diciéndonos tanto sin palabras que por un instante vuelvo a estar tentada de hacer algo que sé que no debería. Por mucho que sepa que hay algo más latiendo en el fondo de mi corazón, por mucho que sienta un escalofrío de placer cada vez que se acerca a mí más de lo que la amistad impone, dada la confianza que tenemos, no puedo evitar desearlo. Pero el eco de una voz al micrófono indicando que la competición va a empezar rompe de golpe el hechizo, haciendo que los dos apartemos la vista. Pero entonces, él me coge de la mano y me arrastra hacia las escaleras de salida del camerino.
–Venga, vamos a comernos a esos Samuráis.