¡Feliz tarde, amantes de la magia! Un miércoles más nos adentramos en la fantasía autopublicada de la mano de alguien a quien ya conocemos: ¿recordáis «Lunar de Media Luna»? Pues vamos a analizar su continuación no sin antes agradecer a Paula el envío del ejemplar y su deseo -que cumplo de mil amores- de dejarle un comentario para poner en la contraportada de «Torolf», tercera y próxima entrega de la saga.
Han pasado siete años desde que Eyra retornó a su aldea y se casó con Arn, su amor de infancia y adolescencia largamente escondido. En un siglo XVII donde el sur se afana en las apariencias que impone la nueva norma social del catolicismo, la joven curandera aún puede permitirse ejercer su oficio en los rincones recónditos del norte de Suecia. Sin embargo, aún tiene muchas preguntas sobre su pasado: ¿quedan Lobos o Aulladores? ¿Son su padre y ella los últimos? Su viaje, embarazada de cinco meses, la conducirá a una remota isla del norte del mundo, donde encontrará a alguien que le hará replantearse toda su percepción acerca del mundo… y de ella misma.
Como ya comenté en «Lunar de Media Luna», me gusta bastante el estilo que tiene la autora a la hora de escribir y el tema de la magia nórdica antigua me apasiona -igual que la de cualquier otro culto o civilización antigua-. El hecho de que además se ambiente ya en una Europa plenamente cristiana -católica/protestante- y que se muestren esos contrastes entre la cultura del norte y la del sur del continente es un punto muy interesante. También ese añadido sobre la investigación, ya en el siglo XXI, de la ascendencia de un personaje y su posible relación o no con el Clan.
Sí que es cierto que sigo viendo expresiones en boca de Eyra que no me terminan de encajar, e incluso palabras tradicionales de léxico español que no se entienden bien y tampoco tienen una aclaración al pie (no entendí, por ejemplo, que algo se considerara «bisoño»).
Por otra parte, quizá es porque es lo que estoy acostumbrada a leer en otras novelas que mezclan presente y pasado, pero me parece que la parte de Ray es muy flojita. Me explico: pasa todo rápido, apenas te dan cuatro pinceladas sobre él y la evolución de sus pensamientos de un extremo a otro son demasiado rápidas, no te da tiempo a asimilarlo. Su enamoramiento de Lisa, sus reflexiones sobre el diario -que por cierto me ha dado la impresión en algún momento que sabía cosas sobre Eyra antes de haberlas leído- o sus circunstancias. Por decirlo así, y conste que me encanta la parte de Eyra, «he echado de menos algo más de Ray».
Aunque reconozco que ya me comí el gran spoiler en su día en el Instagram de la autora al citar a una lectora que hablaba de ello, es cierto que no me ha resultado tan chocante como creía. Un poco repentino, un poco «porque sí» aunque la escena posterior con los lobos es preciosa, pero no veo el sentido al momento ni al lugar. Puede ser cosa mía.
También, aunque ya había visto la portada, ha satisfecho mi curiosidad conocer por fin a Torolf, lo que ayuda en caso de que me anime en un futuro con esa tercera parte.
Ah, y bueno, lo de que «la gente es imbécil» está muy bien, puede ser todo lo cierto del mundo… Pero, y siento ser tan cruda, a veces hace parecer a Eyra una niña malcriada con diez años menos. Ya tiene edad, inteligencia y cabeza para pasar olímpicamente de la peña. A mi modo de ver.
Dicho lo cual, le asigno un 3/5 y creo que gustará a todos aquellos que estén interesados en misterios arqueológicos, búsquedas de uno mismo y mucha magia. ¡Nos vemos en la próxima!