Chapter 45 — Una nueva promesa (I) (Cars 3)

14 años después…
―¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos todos una temporada más al Circuito Internacional de los Ángeles, donde este año se espera el debut de varias carreras prometedoras!
―Es cierto, Darrell. Todo el mundo ha estado especulando si este por fin sería el año en que Ramírez pasaría por fin el testigo a otro corredor… Y ¡mira por dónde! Tenemos a una grata sorpresa en la pista…
»¿Será este el año… de Cruz McQueen?
***
Los locutores seguían con su diatriba, allá en lo alto de las cabinas que coronaban el circuito más conocido de California. Mientras tanto, el objeto de su interés circulaba por la pista cercana a su box, mordiéndose el labio con nerviosismo.
―Eh. ¿Estás bien?
Tras escuchar aquella voz femenina tras su maletero, Nayara Cruz McQueen se giró casi de golpe, exhalando en cuanto vio de quién se trataba. Su entrenadora, entrenadora y madrina, Cruz Ramírez, la miraba con una extraña comprensión que relajó a la debutante como de costumbre.
―Eh. Hola ―saludó, antes de suspirar―. La verdad, no esperaba estar tan nerviosa.
La Chevrolet, para su mínima sorpresa, sacudió el capó sin perder la expresión comprensiva.
―Todas hemos estado así en nuestra primera carrera, Cruz ―le aseguró, confidente―. Pero creo que no tienes nada de qué preocuparte. Lo harás genial, de eso estoy segura.
La más joven bufó por lo bajo, sin terminar de convencerse del todo. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, una voz aún más conocida para ella resonó desde su otro costado.
―Eh, chicas. ¿Cómo vais?
Aquí, Cruz McQueen se giró más despacio y le dirigió una pequeña sonrisa de bienvenida al recién llegado, aunque todavía tuviese los nervios a flor de piel.
―Eh. Hola, papá.
Rayo le devolvió la mueca y se detuvo a pocos metros de ella.
―¿Preparada, estrellita?
Su primogénita arrugó levemente el gesto con cierta sorna.
―Papá, por favor. Que ya no tengo cinco años…
Para bien o para mal, el aludido se rio sin dar señales de sentirse ofendido por aquel pequeño rechazo a una tradición de años.
―Lo sé, pequeña ―le aseguró―. Pero… Al menos deja que tu anciano padre te lo diga una última vez antes de que pases a la liga de los mayores ―bromeó―. ¿No?
A pesar del tono jocoso, de cualquier manera, Cruz Nayara detectó sin esfuerzo la ligera tristeza que empañaba sus palabras. De ahí que se relajase de inmediato y, de hecho, se acercase a darle un pequeño abrazo a su padre.
―No te haces una idea de lo que me alegra que estés hoy aquí ―le aseguró, antes de separarse con expresión contrita―. Aunque… no pueda decir lo mismo de mamá.
Por el rostro de Rayo también pasó una tenue expresión de tristeza.
―Sí. Yo también lo siento. Pero, sea como sea, sabes que está aquí contigo en espíritu. ―La primogénita McQueen sonrió con más ganas, justo en el instante en que llamaban a los corredores a la línea de salida―. ¿Preparada? ―preguntó Rayo entonces, mirándola con intención.
Y la joven, tras cruzar una mirada cómplice tanto con él como con su entrenadora, aquella que también había aprendido todo lo que sabía de las carreras de su querido padre, pronunció:
―Siempre estoy lista.
«Hasta el infinito… Y más allá».
(Continuará…)