Buenos días, lectores y lectoras del mundo.
Hoy vengo con una reflexión, a tenor de algunas cosas que vengo viendo en la última semana. Cuando un escritor se anima por fin a publicar o a salir al mundo, por regla general (o al menos ese fue mi caso) no es su primera novela. En muchos casos, se ha pasado por un período más o menos largo de práctica y aprendizaje, ensayo y error, talleres de escritura y críticas de familiares y amigos.
El hecho de publicar, no obstante, no abandona ese sendero. Se sigue aprendiendo, se sigue mejorando, y las críticas cada vez abarcan una red más amplia de lectores, cada vez más diversos y menos allegados al autor, hasta incluso llegar al punto de que te lean en otros países.
Pero dentro de todo esto, hay una cosa clara: el escritor, bajo mi punto de vista, no puede bajo ningún concepto doblegarse por completo ante el afán de ventas y de fama, porque acaba cayendo en «literatura de consumo», ligera y fácil de olvidar. Yo abogo y defiendo que los escritores debemos escribir lo que nos pida el corazón, casi como si las letras fuesen sangre bombeada directamente desde el centro de nuestro cuerpo, porque al final los que realmente tenemos que estar conformes con lo que hemos hecho, somos nosotros.
En cuanto a los lectores, llegará un momento en que tu novela siga un patrón de críticas, y probablemente terminará teniendo las mismas virtudes y defectos para casi todos los lectores (salvo excepciones y detalles que unos te sacarán y otros no). También que la crítica sea mejor o peor dependerá de la edad, el sexo, el estado de ánimo o la situación personal. Pero que te digan «esto no me gusta» no puede obligarte, en ningún caso, a dejar de hacerlo si tú estás convencido de ello y de que eso es lo que la historia tiene que tener. Porque si hicieses caso a todas las críticas, creo personalmente que te volverías loco de remate.
Y para terminar, decir que la gracia no está en llegar a todos y cada uno, que te lean todos. No. Tienes un público, y probablemente tengas un rango más apto que otro en cada variable a considerar (las que decíamos antes: edad, sexo, etc) pero lo que no puedes dejar de hacer es ser tú mismo en cada letra que plasmas sobre el papel. Porque, si realmente fuésemos perfectos y escribiésemos cosas perfectas que gustasen a todo el mundo… ¿Dónde estarían el placer y la diversión de crear una historia cuyo depositario, de entrada, somos nosotros mismos?
Buena semana.
(Ilustración de cabecera: Amy Brown)