Viernes de series: Avatar, la leyenda de Aang.

¡Hola, hola de nuevo!

Como prometí, este mes iba a venir cargadito de reseñas de vuelta del verano. Esta quizá me ha costado un poco más, como la de Seven Deadly Sins, pero aquí la tenéis 😀

Avatar: la leyenda de Aang (IMDB)

Hace 100 años que el último Avatar desapareció. Hace 100 años que la Nación del Fuego avanza impune tratando de conquistar las naciones de Tierra, Agua y Aire para hacerse con el control del mundo conocido. Pero, quizá, dos jóvenes pescadores hermanos de la tribu del Agua del sur hayan encontrado algo. Un enorme iceberg con un… ¿niño y un enorme bisonte? En su interior. Un niño que dice ser Aang, un joven maestro del aire que quedó atrapado ahí y no recuerda nada más. Pero cuando descubre que es el último maestro del Aire y que el último Avatar también era de su reino… Las piezas empiezan a encajar.

Y sin embargo, hay alguien en la nación del Fuego que está dispuesto a encontrarlo y acabar con él… La última amenaza para la total supremacía de su gente y, quizá, la restauración de su honor como príncipe del Fuego…

Vamos con cinco puntos clave de esta serie, o al menos para mí:

Los cuatro elementos.

Primer punto importante: sí, en esta serie predominan los cuatro Elementos, lo que ya os indicará un poco por qué me ha gustado tanto. Reconozco que vi la película de live-action antes que la serie (y no hay punto de comparación, la primera que comento es… ejm, terrible), e incluso mucho antes de lanzarme a publicar Los Hijos de los Dioses, pero no fue una de mis grandes influencias (aquí la palma se la llevan «Crónicas de la Torre» de Laura Gallego, sorry).

¿Por qué ahora?

La respuesta es sencilla: el hecho de descubrir que la habían subido a Netflix me dio, como en otros casos que ya hemos mencionado en este blog, la opción de quitarme esa espinita y verla de corrido. ¿Y esto por qué? Pues porque, como recordarán los niños y adolescentes de mi generación, en aquella época solo la ponían en Nickelodeon; un canal que, si tenías suerte y emitía en tu tele… ¡SOLÍA ESTAR EN ALEMÁN! ¿A nadie más le pasó?

Por todo esto, me lancé de cabeza a vérmela aprovechando mis últimas vacaciones y creo que tardé, aproximadamente, una semana en terminarla. Son capítulos de 20-25 minutos que se pasan en un suspiro, os lo aseguro.

Eso sí, no la veáis en versión original en inglés: para mí pierde muchísimo con respecto al doblaje en castellano con las voces clásicas de la época.

Acción, amistad, y fantasía: todo en uno.

Para los que sigáis pensando que se parece a Los Hijos, olvidadlo, ¿vale? Aunque suene similar. Lo que quiero resaltar con este punto es que, a pesar de lo que muchos crean, se demuestra que la fantasía no es solo cuestión de conjuros, criaturas extrañas (que aquí no hay apenas, hay que decirlo, ni razas que no sean los humanos) y cosas inverosímiles. Los personajes tienen sentimientos entre pelea y pelea contra el mal, se relacionan, sienten y tienen experiencias, buenas y malas, que les hacen adoptar decisiones o ser de una determinada manera. Y el ejemplo más evidente en esta serie, para mí, es el príncipe Zuko.

Romance también, por supuesto.

No es en lo que más se incide, es cierto, pero hay algún acercamiento. De los cuales, los más obvios son Sokka y Suki (mis favoritos por goleada, aunque a Suki en «Leyenda de Korra» la ignoraron por completo y me duele), Zuko y Mai; y, por supuesto, Katara y Aang. Pero aunque te marean la perdiz hasta el último capítulo, se agradece que no lo hagan dramático ni telenovelesco. No sé si me explico. Todos ellos son conscientes de que están en plena guerra y no quieren involucrarse más de lo justo (con excepciones) para no sufrir si pierden al ser amado. Sokka por ejemplo arriesga más, mientras que su hermana Katara no lo hace. ¿Veis? Diferencias de carácter, aun habiéndose criado con los mismos problemas y traumas.

Igualdad e integración: otro asunto importante.

A pesar de que la serie tiene ya unos añitos (la primera temporada es de 2003, hace 15 años), es un elemento que se ve desde el primer momento. Exceptuando algunos personajes con tendencias más tradicionales que rechazan que no haya diferencias en ciertos aspectos entre chicos y chicas, los jóvenes lo tienen más claro y el ejemplo más claro es el de Suki: líder de «LAS GUERRERAS» Kyoshi, no les cuesta demasiado demostrar al propio Sokka, con el mayor dolor para su orgullo, que pueden pelear igual o mejor que cualquier hombre; no en vano, son ellas las responsables de la defensa de su pueblo. O cuando Katara consigue vencer sin esfuerzo a todos los alumnos de Agua del Maestro Pakku del Polo Norte… ¿Qué era eso de que las mujeres de esa tierra solo debían aprender curación? Pues eso.

Aparte, tenemos a Azula, la hermana de Zuko… A la que este no consigue vencer prácticamente en ningún momento porque es mucho más poderosa. ¿Que es una villana? Sí, pero eso no quita que haya sido capaz de dominar una técnica que requiere equilibrio interior como es el uso de los rayos… Yo ahí lo dejo.

Por último, el mejor ejemplo de rebelión contra un posible papel de florero de las mujeres es Toph, la inigualable Toph. Ciega, de ascendencia noble… Y con un carácter cínico que la hace reconocible a kilómetros por cualquier fan. Sin duda es de los mejores personajes, quizá precisamente porque se sale totalmente de cualquier canon e incluso su minusvalía no la hace menos que nadie, sino más bien al contrario (y si no, hay que ver lo divertido que es verla enfrentarse a «machos» de dos metros con poderes de Tierra y derrotarlos con una sola mano y sin despeinarse ni el flequillo…).

Por todo esto creo que es una serie a la que tengo que ponerle un 4,75/5 y que, a pesar de ser para «mayores de 7 años», recomiendo para todas las edades, pequeños y mayores. A los más peques de la casa les enseñará valores a la vez que se divierten con las aventuras de Aang y compañía, mientras que a los más mayores que les guste el tema de los Cuatro Elementos y las historias de aventuras la van a disfrutar como el que más.